domingo, 9 de marzo de 2008

Gran Colombia*

En buena hora la OEA ha logrado una declaración que satisface a Ecuador y Colombia, pero que debió haber condenado la agresión. Eso no debe evitar observar algunos aspectos. Primero, la obligación de hacer los máximos esfuerzos para evitar cualquier confrontación bélica en la región; ya que eso abriría la puerta a intensiones cada vez más claras. Segundo, impedir que la concepción de guerra preventiva y asesinatos selectivos que se han normalizado en otras zonas del mundo se introduzcan en la región. Tercero, rechazar que bajo el paraguas del señalamiento de terroristas se tenga carta blanca para eliminar o encerrar a enemigos políticos. Cuarto, la movilización de tropas venezolanas a la frontera con Colombia y el cierre de ésta es parte de la peligrosa exageración chavista.

El ataque colombiano aplica la táctica de los asesinatos selectivos. Aplica también la teoría que justifica la incursión en estados soberanos con el argumento de que éstos no hacen nada para controlar a grupos infiltrados; algo análogo a lo que Israel hizo en Libano en 2006 para atacar a Hezbola. De hecho ha existido un nivel de coordinación suficiente con las agencias de EEUU en esta incursión; la actitud del gobierno colombiano sacando cartas inesperadas de bajo la manga lo confirma. Afirmar que las FARC estaban por elaborar armas atómicas, es lo mismo que se dijo de Sadam Husein. Denunciar a Chávez ante la Haya por financiar a las FARC, supondría una misma situación para los reales crímenes de guerra de varios otros estados y gobernantes del mundo hoy.

La reacción desproporcionada de Uribe en este caso esconde una intención aniquiladora y un acercamiento a la llamada lucha global contra el terrorismo. Más allá de un juicio de valor sobre las FARC, éstas deben ser eliminadas a sangre y fuego, porque eso simbolizaría matar al fantasma del comunismo-socialismo y todas las aberraciones de las que se le acusa. Los misiles y balas que mataron a Raúl Reyes son los mismos que no pudieron matar a Castro, pero sí mataron a tantos otros izquierdistas latinoamericanos. Este enfrentamiento en las selvas de la Gran Colombia, es la vieja confrontación por llevar a Latinoamérica hacia el destino que la influencia imperialista propone en contraposición a la utopía socialista. La reacción de Chávez y de Castro, es parte de este conflicto aún irresuelto.

A muchos conviene involucrar a nuestra región en un falso conflicto mundial entre los defensores y destructores del supuesto orden actual. Existe una ideología de la guerra, que lamentablemente funciona como avanzadilla de intereses distintos. A más guerras más armas y más ganancias para esta industria; ganan así los estados que han consolidado industrias bélicas. Pero hay varios otros intereses como el que suscita el control de la Amazonía que implica desde el agua hasta el aire necesario para la continuidad de la vida.

Uribe, influido por los EEUU optó por asumir que si eran otros los protagonistas de la progresiva liberación de los rehenes, él y el Estado colombiano se verían deslegitimados. Le faltó visión, o está atado a compromisos que no puede evadir. Si bien las FARC han hecho barbaridad y media, el Estado colombiano y los paramilitares también; además esta situación es producto de una lucha que acompaña a Colombia desde hace más de medio siglo. Matar con tácticas importadas no es el camino, por el contrario, involucra a la región en una dinámica que le es ajena. A pesar de la tensión todavía es tiempo de ceder. La negociación sobre la base de la demostración de la fuerza evidencia la debilidad de los argumentos e ambos lados.

La palabra terrorismo se usa para arrinconar a los que confrontan el pensamiento que pretende ser único a inicios del siglo XXI. Bajo esa sombra quieren hacer creer al mundo que las FARC, Hamas, Hezbola, ETA, los resistentes iraquíes, afganos, kurdos, tibetanos, checehenos o palestinos, son lo mismo. Detrás de cada situación particular que ciertos estados quieren igualar, hay razones totalmente distintas. La treta de que el terrorismo se ha internacionalizado y responde a fines similares justifica el terrorismo de Estado. Eso es lo más grave del asunto. Colombia no puede ser la entrada de Latinoamérica a la bárbara guerra contra el terrorismo global que sigue aniquilando. Es hora de empujar una salida original para los colombianos, aplicar el ingenio y bajo ningún pretexto agudizar la confrontación.

* Me ha tocado esta semana estar en la CAN, junto a salubristas suramericanos. La situación generada por la incursión colombiana ha estado flotando en el ambiente. Freddy Ehlers, Secretario General de la CAN, tuvo que suspender su participación con nosotros el martes, y el miércoles junto a sus directores, se dirigió en el Auditorio Simón Bolívar a todos los trabajadores de la CAN; nos invitaron a esta reunión. Comparto con Ehlers que la integración superará este escollo, entre otras razones porque la CAN se está abriendo cada vez más a las distintas realidades regionales. La integración propuesta por la CAN es real y avanza, no sin dificultades.
La imegen muestra la sesión extraordinaria del Parlamento Andino en Lima, del jueves 6 de marzo, convocada expresamente para discutir las consecuencias del ataque colombiando a las FARC que dejó veinte muertos en territorio ecuatoriano.

Alexandro Saco
5 3 2007

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