sábado, 30 de setiembre de 2006

TV pederasta y senderista

El productor pederasta de América TV se coloca una prenda sobre las esposas, sabiendo el contundente impacto de las imágenes en la interpretación de los hechos. Pero las imágenes que utilizaba y/o comercializaba, con menores sometidos sexualmente, no le despertaban la mínima consideración. Este caso refleja como ningún otro, la doble moral de la TV peruana. Por un lado entregada a conservar el orden y denunciar a los que lo pudieran subvertir, y por el otro ligada íntimamente a la manipulación informativa, a los compromisos económicos, a las campañas de satanización. Todo ello sumado a una programación decadente, sin ninguna creatividad, en la que supuestamente programas cómicos como el del productor pederasta despuntan el en rating y no hay alternativa que se les oponga: grosería y racismo en los cómicos, un Kill Bill chicha que no da para más en La Gran Sangre.

La TV comercial peruana está ahogada, enredada en su babosa tela de araña. La casi totalidad de sus conductores o presentadores cantan la misma pieza, y su monserga moralizante opaca lo poco bueno que pudieran brindar. Peor aun. Cuando se lanza una crítica a los medios o a la TV como en este caso, aquellos periodistas que se quejan del espíritu de cuerpo de instituciones como el PJ o las FFAA, se comportan exactamente igual y levantan el fantasma de la amenaza a la libertad de expresión. Esa libertad de expresión que les permite dedicar media hora a los perfumes de Karp, pero ni medio minuto a la salud o a la educación del país. Libertad de expresión de los que se colocan frente a la cámara, para deslegitimar la expresión sin libertad de los que no piensan como ellos. Como si la historia se hubiera acabado, cual Fukuyamas de Santa Beatriz de la Arequipa o de la avenida San Felipe, esas antenas nos señalan el sendero luminoso de la modernidad.

En un país en el que están en profunda crisis el PJ, el Poder Político, las FFAA, la institucionalidad deportiva, la salud, la educación… cómo podrían ser la TV y y los medios de comunicación en general una isla a la que en el deterioro no ha llegado. La TV y los medios de comunicación sufren una crisis tan profunda como todas las demás instituciones nacionales. Que desde sus pantallas u ondas se señale justamente las limitaciones de las demás realidades paralelas, no las coloca fuera de ese ámbito. Con el agravante de que las demás instituciones no tienen la fuerza y la llegada de los medios de comunicación. Los medios nos envuelven y crean una realidad convenida que explota cada nueva elección presidencial, cuando la votación en mucha medida es una respuesta indignada al descaro con que se comportan sus líneas de desinformación.

En la TV como en un diario chicha, la cultura del morbo y de la exposición de la vida privada sigue triunfando. Un programa tan repudiable y bajo que denigra a las nobles urracas, es un paso obligatorio para todo político en campaña, y una conductora que debería ser condenada por la grosera manipulación de sus informes, es tenida como modelo periodístico. La asimilación de la teoría montesinista del poder de los medios está vigente, y en una transposición de conductas, hoy es respetada e imitada. Si no fuera así, no tendríamos esos domingos por la noche de Sol Tolas Jessica, en los que Castillo reluce por simplemente no perder el pulso de lo ecuánime.

Señalar que el que no está cómodo con lo que ve en la TV tiene la opción de cambiar de canal es parte de la manipulación. Primero porque la mayoría de la población cuenta con cuatro o cinco señales, todas paralelas en su motivación informativa. Segundo porque el espectro electromagnético que las concesiones de los medios usan no es de su propiedad, y lo que no es propio no puede usarse al antojo de los bolsillos.

El caso del pederasta de América TV, sin generalizar a la gente que trabaja en la TV, es una alegoría del desenvolvimiento de la pantalla nacional. Pantalla que condena, imputa, inventa, se alinea con determinados intereses. Pero si colocamos un reflector que la trasluzca nos mostrará fácilmente de que pie cojea. La TV abierta peruana no es ejemplo de nada, se ha reducido a la mentira del rating para justificarse y sus propietarios han entregado a limitados o ideologizados conductores o productores el destino de unas señales que ahondan el descrédito de las instituciones.


Alexandro Saco
17 9 2006

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente artículo, buen ritmo, suficiente fuerza te da la indignación para tratar de llegar a la cumbre donde se otea al demiurgo moviendo los hilos, en este artículo estás como Dante subiendo la colina, tendrás la suficiente valentía para enfrentarte a la verdad? o como Haya de La Torre, retrocederás? o como Alan García, claudicarás? o como Alan Wagner, te enajenarás? estas no son las pistas del código da vinci, son las pistas del código peruano. Los canales tienen dueños, los dueños tienen empresas, estas tienen accionistas, las acciones se cotizan en bolsa y estas se compran y se venden interconectando en un flujo de causa y efecto internacional.