sábado, 15 de setiembre de 2007

Majaz: El miedo a la libertad

En un lugar del mundo, cuando se crea un parque no se delinean los senderos por los que caminará la gente. Éstos se forman con el paso de los caminantes que intuitiva y a la vez de manera práctica saben qué camino es el mejor. Hoy en el Perú un discurso autoritario nos quiere clavar las flechas del camino por donde andar, y todo lo que se oponga a ese sentido común es catalogado como antimoderno y revoltoso. ¡Qué risa! En un mundo que se extingue por el cambio climático, yo sí creo que las poblaciones tienen derecho a impedir el deterioro del medio ambiente

Así, la violenta oposición a la consulta ciudadana sobre el proyecto Río Blanco muestra la ilegitimidad y debilidad de la mirada gubernativa y de sus aliados. Ilegitimidad en este caso porque se lleva a extremos un acto de ejercicio de libertad. Asimismo, no se ha demostrado la ilegalidad de esta consulta, y al calificarla de tal lo que se hace es alejar la ley aún más de la realidad. Más allá del carácter no vinculante de la consulta, los ciudadanos peruanos tenemos el derecho de consultarnos al margen de la ONPE o del propio Estado sobre el tema que fuere. ¿O no vivimos en el país en el que las encuestas, cuando conviene, son casi elecciones? Usted tiene todo el derecho de consultar por el medio que fuese sobre un tema vecinal o nacional y esa consulta es un referente para su autoridad más cercana.

Sucede que lo que más teme la mirada centralista es que se le contradiga sea en la sierra norte o en el sur chico. Existe todo el ánimo de que los peruanos aceptemos que la cultura Majaz/Favre predomine. La minera ni siquiera ha podido sanear su situación legal en los terrenos que pretende explotar, pero eso no importa cuando el falso liberalismo necesita inversiones que sumar a sus cifras doradas. Favre no puede aclarar las acusaciones pendientes de su apoyo al terrorismo de Estado y se le entrega Pisco, cuando en sus corrales no existen condiciones de seguridad para sus trabajadores.

Alan habla en la APEC del Arco del Pacífico, pero su violencia verbal es incontenible. Abre el territorio peruano a las inversiones, pero pisotea una consulta ciudadana porque le es inaceptable que el lunes 17 la prensa internacional recoja la noticia de que unos pueblos peruanos rechazan a una minera que nunca obró de buena fe. La inconsistencia del modelo de desarrollo que García presenta busca antes que nada su reivindicación personal, y ahí radica el germen de su afiebrada forma de gobernar. Alan no se perdona que sus actitudes políticas del 85 al 90 lo hayan dejado en la escena internacional como un anacrónico; su voluntarismo pro mercado de hoy es risible. Su discurso se cuida de colocar uno que otro adjetivo redistributivo y social, pero está preso de sabe Dios qué compromisos y fantasmas mentales.

Justamente en el momento en que el aire sopla a favor de la nave Perú tenemos un gobierno incapaz de enrumbar el crecimiento. En lugar de ser la balanza entre intereses, ha tomado abiertamente partido por el abuso y se ha aliado con los representantes de la peor corrupción que hemos debido soportar. Alan tiene a casi todo el poder de su lado y eso infla su matonería. El gobierno debe representar los intereses ciudadanos y no despreciar la protesta razonable. El látigo autoritario camuflado en la libertad de mercado y de empresa no conjuga con la libertad necesaria para un desarrollo cierto.

Los propietarios de los terrenos de Ayabaca, Pacaipampa y Carmen de la Frontera son sus habitantes; la socialización de esa propiedad en boca de los falsos liberales demuestra hasta qué punto éstos prefieren la mordaza a la elección. El atributo mayor de una aspiración democrática es la expresión ciudadana, y la forma de hacerlo es en conjunto, ya que un ciudadano por si solo no tiene el poder ni la libertad de expresión que un empresario o un político. Condenar ese ejercicio de libertad con argumentos legalistas es ridículo, y eso es en lo que han caído los opositores a la consulta en la sierra norte.

El miedo a la libertad asoma desde un gobierno elegido para sostenerla instigado por extremistas pro mercado. No hay libertad, y por ende desarrollo posible, sin respeto a todos. La visión centralista apoyada en la legalidad es un lastre en el que se escudan los gobernantes de hoy y los de ayer. Es obligación de los gobernantes pensar fuera de la caja que el poder les muestra como cantos de sirena; la originalidad y la política no se deberían contraponer. El discurso inquisitorial del gobierno y de sus aliados es lo más antiguo que hay sobre el planeta, y aburre.

Alexandro Saco
13 9 2007
www.radiosanborja.com



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