martes, 24 de marzo de 2009

La teta peruana


Acaso el éxito extra cinematográfico de La teta asustada, sea que logre informar o hacer reflexionar acerca de la utilización de los cuerpos femeninos en nuestra guerra civil. Varias instituciones, feministas o no, incluyendo la CVR, han hecho una importante labor para incorporar en la acción política la condena a las sistemáticas violaciones sexuales sufridas por las mujeres andinas, pero sin mayor éxito.

La imagen de la madre de Fausta cantando cómo los militares colocaban sus penes con semen en su boca, y una papa sirviendo de escudo en una joven vagina, de hecho quedarán más grabadas en las mentes de cientos de miles de peruanos, que otros intentos que buscan informar sobre la violencia sexual en el conflicto armado. Y es que el arte supera a las disciplinas sociales o científicas, porque su propósito no es político, así las consecuencias de sus creaciones lo sean.

La película, más allá de la violación perenne que la recorre, es un espejo de nuestra realidad. Esa realidad de cerros con largas escaleras que llevan a otros cerros, de piscinas hechas con bolsas de plástico, de gatos y perros acompañantes en la cama y en la mesa; y el canto quechua que busca retornar el cuerpo embalsamado a su tierra. ¿Es serio tildar de prejuiciosa o racista una obra que nos refleja? La propuesta de Llosa no se opone ni inventa una realidad, sólo la recoje desde un ángulo válido como otros.

En paralelo a la violación, aparece el matrimonio como necesidad social, mostrando cómo se casa buena parte de nuestra población, cómo este acontecimiento legítima a las parejas. Pero Fausta es una de tantas mujeres u hombres que por distintas razones están negadas para aspirar a un matrimonio normal. Mientras unos se casan con bufetes alquilados para la foto en terrales, otros se casan fotografiándose en El Olivar. Los peruanos se siguen entregando a la ley o a la religión para legitimarse, en una formalidad que vive paralera y hasta contradictoria al inicio o práctica sexual.

Existen otras sensaciones en el film: las plantas, las flores, las perlas, el mercado, el piano. Ninguna de éstas u otras conducen a la discusión que se ha desatado en nuestro medio, en el que han aparecido una serie de interpretaciones en contra de la teta que se explican en la necesidad de hegemonizar el discurso. Da la sensación de que a algunos les es inaceptable que alguien no relacionado con las reivindicaciones emanadas de la guerra civil, pueda explotar esos temas y ponerlos en agenda.

La teta asustada refleja también ciertas relaciones que se dan en lo público y lo privado. Fausta acude a un centro de salud en el que es tratada con indiferencia por la enfermera mientras yace en una camilla con las piernas abiertas; luego es derivada al médico que no logra ni hace el esfuerzo por entender el imaginario andino sobre la enfermedad de la joven. Fausta trata de obtener un boleto para llevar el cadáver de su madre a Ayacucho y es maltratada en la empresa de transporte. Fausta es utilizada por una mujer rica e histérica, que le roba sus canciones para presentarlas en un concierto a la clase alta limeña.

Existe una escena clave que recuerda la historia de un maestro tibetano con uno de sus discípulos (1). Fausta está durmiendo luego de la fiesta de bodas de su prima; su tío ebrio, en un acto de amor, se acerca a ella y la trata de asfixiar. Ella reacciona, desesperada huye, recorre el mercado de Manchay al amanecer y cae rendida por la infección vaginal. La sensación que le produce la pretendida asfixia, hace renacer el instinto vital.

El jardinero con quien habla en quechua la lleva al centro de salud en el que finalmente le extraen el tubérculo de la vagina. Las recuperadas de la casa de la mujer adinerada, son el pequeño tesoro con el que ella y la familia de su tío pueden ir, en la vieja camioneta que anima matrimonios, por la Panamericana Sur llevando el cadáver a la sierra.

Entre las dunas sureñas Fausta grita a su tío bueno que la camioneta pare, y con su madre embalsamada sobre su espalda camina hasta la orilla del mar. Es la ruta de una liberación, una de tantas que miles de mujeres violadas o sus hijos logran o no. La película no es un proyecto de intervención en las zonas afectadas por la violencia, pero sí es un elemento para difundir hechos que todos los que no conocen deberían conocer.

1.- Un discípulo le pregunta a su maestro, qué debe hacer para imbuirse tanto en su labor que pueda llegar cumplir sus metas. El maestro lo lleva a la rivera de un río, le pide al discípulo que meta su cabeza bajo el agua. El maestro con sus manos sobre el cuello impide que el discípulo acceda al aire, hasta que llega a desesperarse y lo suelta. El discípulo desconcertado le pregunta por qué le ha hecho eso. El maestro responde que de la misma forma que deseó sacar la cabeza del agua para respirar, debe sentir la necesidad de hacer lo que busca.

Alexandro Saco
24 3 2009

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