lunes, 4 de enero de 2010

ONG, dos mitos


En relación a las ONG y las izquierdas existen debates irresueltos. Dos de ellos son recurrentes; uno podría calificarse de diatriba externa para relativizar los aportes de las ONG y aminorar su capacidad de incidencia, y se relaciona con la definición caviar: aquella persona o grupo de personas que no provienen de los sectores excluidos o pobres sino de sectores medios y profesionales, que se comen el pleito social. El otro podría verse como un debate endógeno sobre la labor de las ONG en relación a la conducción o facilitación de los procesos con organizaciones sociales; en este caso existe el sentido común de que las ONG y sus miembros sólo son facilitadores; aceptar ser actor en un proceso social siendo ONG es casi un anatema. Acerquémonos a ambos casos.

El mito del caviar

¿Cómo así una persona que no ha sufrido exclusiones y que no ha tenido dificultades mayores para acceder a educación, salud o trabajo, puede asumir causas que implican cuestionar la organización que le ha permitido ser lo que es? Coartada perfecta: todo el que no es pobre o excluido queda desautorizado para atacar las causas de estas situaciones. Pero, lo que realmente sucede es que la figura es inversa y la pregunta también: ¿cómo así una persona que no ha sufrido la exclusión y la pobreza, a pesar de ello, desarrolla una sensibilidad y una labor que confronta el sentido común dominante y del cual proviene? Es decir, muchos profesionales y personas de clase media podrían optar por desarrollarse en ambientes menos complicados, en los que no se confronte o no se hagan propuestas alternativas de desarrollo, pero optan conscientemente y ponen toda la carne en el asador, por lograr cambios que permitan a otros acceder a mejores niveles de vida.

Existe así un valor intrínseco en la labor de las ONG y de su personal, que está disociado de la ubicación social de sus miembros, y que el conservadurismo de la caverna peruana no deja de tergiversar. Y ello tiene relación con que así no se acepte, la izquierda no organizada pero sí legitimada en las ONG, tiene gran influencia en el debate ideológico peruano, y es la principal oposición no partidaria. Eso lo sabe muy bien la derecha, por lo que no es casual que utilice los lugares comunes de siempre para cuestionar su accionar. Las ONG, en general y particularmente, son las que coordinando con organizaciones, les ponen en muchos casos puntos sobre las íes a las intensiones del poder y en algunos casos lo limitan, y además son fuente de pensamiento y de propuesta. Es necesario releer ese poder para articularlo mejor.

Actores o facilitadores

Al interior de las ONG y de las organizaciones sociales existe una disyuntiva no resuelta: ¿las ONG son facilitadores o actores de los procesos que se impulsan o fortalecen? El debate llega a este punto porque existe la pre conceptualización de que la ONG no debe influir, ni con el pétalo de una rosa, en las decisiones ni en las percepciones de las organizaciones. Ese supuesto no es real, y eso es lo primero que hay que aceptar. Cierto es que existen distintos grados de organización que les permiten a unas ser más autónomas que otras respecto de lo que le diga tal o cual ONG; pero el asunto es que si la ONG busca un cambio de actitud, perfil, prioridades de las organizaciones para incidir en las políticas, entonces es un actor en los procesos.

Por otro lado, las organizaciones también pueden ver a las ONG como funcionales para fines no coincidentes con las orientaciones que se pretenden impulsar; y así podemos llegar a un juego de suma cero en donde la ONG cumple con los indicadores de sus proyectos, y las organizaciones mantienen una convocatoria que les permite vivir. En ese contexto, resulta claro que hay que sincerar estas relaciones. ¿Cómo? Justamente eso es lo que hay que empezar a discutir. Las ONG tienen vocación de poder, porque buscan incidir en las decisiones, modificar rumbos de política en todo nivel. Es más, los indicadores de un proyecto en muchos casos se miden por la legislación lograda o modificada. Para lograr esos fines, las ONG u otras estructuras, se legitiman contando con una base social que la haga vital, y la organización en coincidencia con los objetivos o no tanto así, trabaja con la ONG.

Frente a las intensiones de las derechas que cuentan con todos los canales para demoler lo que se les ponga al frente e incrustar definiciones como caviar, cabe ir hacia el sentido original de la labor socio política, rescatando lo intrínseco de esa sensibilidad y apuesta por modificar estructuras, antes que justificar los montos de los proyectos u otros temas; además, el dinero que ingresa a las ONG y luego al mercado nacional, es una fuente fresca de recursos que no le resta ni al Estado ni a la sociedad. En el debate irresuelto sobre la conducción o la facilitación, tanto ONG, organizaciones como cooperantes, deben aceptar que no es posible tapar la realidad. Las ONG son actores políticos relevantes, las organizaciones también; en un proceso puede llevar el liderazgo una como otra, y eso no inviabiliza los objetivos ni los resultados políticos buscados.

Alexandro Saco
20 12 2009

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