lunes, 23 de julio de 2007

La ameba filantrópica

Sobre Quijano, una respuesta a Neira y Bedoya

Han sido minoría las voces que de alguna manera han justificado el retiro del afiche de Quijano en la Casa Mariategui. Una la de Hugo Neira y otra la de Jaime Bedoya. Ambos han hecho comparaciones en las que otros estados, en circunstancias análogas, hubieran podido actuar en el mismo sentido. Si bien es cierto que no existe una política estatal de control de creaciones artísticas, lo sucedido expresa una concepción de lo que es la perspectiva de los gobernantes y del poder sobre la creatividad.

Como señalan ambos análisis, el Estado tiene el derecho y la obligación de defenderse. Pero debe defenderse de sus enemigos, de aquellos agentes internos o externos que lo quieren destruir. Si bien el arte, más allá del caso Quijano, descree de la organización y de las estructuras de poder, su objetivo no es acabar con el Estado. Que pueda contribuir en ese sentido si es que es utilizado en determinada circunstancia social o histórica, es un asunto independiente del acto de creación. Por eso, el arte comprometido no existe; el arte es o no es arte. La creatividad no sabe de compromisos y menos políticos.

El problema es que el Estado es una ameba y su naturaleza expansiva. No hay noticia de un Estado que por sí mismo pretenda reducir su extensión, influencia o poder. Por el contrario, manifiesta una voluntad clara de abarcar todo ámbito en el que pueda hacer sentir su influencia o dirigir a la sociedad. En ese sentido, mientras dejemos que el Estado a través de sus representantes, funcionarios civiles o militares, siga considerando idóneo emitir juicios de valor con consecuencias prácticas, más lejos estaremos de una sociedad menos dirigida por esta gran ameba. La ameba filantrópica no debe seguir siendo avalada en sus desvaríos.

Existe cierta lógica en los planteamientos de Neira y Bedoya, pero ésta obvia un aspecto. El referido a la naturaleza del Estado. El Estado no es propiedad ni campo de experimentación de los gobiernos, aunque así se asuma; éste en todo caso nos pertenece y representa a todos los peruanos. En ese sentido, la comparación de lo que se haría en la Rusia de Putin, en los EEUU de Bush, en la Cuba de Castro o en la Inglaterra de Brown con determinada caricatura o manifestación artística que vaya en contra del orden estatal o se considere ofensiva a él, es un consuelo, y demuestra que el Estado en nuestro planeta, a pesar de decirse socialista o liberal, o democrático como está de moda, finalmente es el mismo. Y es justamente a esa concepción del poder estatal a la que hay que confrontar, porque su naturaleza de ameba siempre pretenderá limitar o invadirnos.

No se les pide a los funcionarios estatales salir de la cuadratura en la que consideran debe manejarse su poder. Pero creo que es excesivo afirmar que lo que se quiere es una dictadura de la sociedad civil como señala Neira; por el contrario, deberíamos observar con buenos ojos esta emergencia social es un país al que se le acusa, desinformadamente, de letargo y paciencia excesiva. La protesta social no esta limitada a las marchas callejeras y a las piedras, sino se constituye también en el rechazo escrito o hablado cuando se percibe cierta arbitrariedad. El Estado es arbitrario, su origen le permite serlo. Por eso siempre será preferible confrontar que poner alfombra roja a la ameba filantrópica.

Alexandro Saco
13 7 2007






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