jueves, 1 de mayo de 2008

Hablemos de terrorismo

Y de quienes y a cuántos matan. Pero eso no interesa a los se llenan la boca de la palabra mágica de inicios del siglo XXI. El señalamiento de terrorista es un pretexto para no discutir el fondo de las cosas. Con una ligereza alucinante o premeditada, se sugiere que Alkaeda es lo mismo que las FARC y que somos parte de la lucha global contra el terrorismo. Si alguien es señalado como terrorista pierde su humanidad, sus derechos políticos, su libertad al fin. Pero lo paradójico es que los que acusan de terroristas a otros son los que destruyen y matan por medio mundo o pretenden sostener que toda protesta social es injustificada (para luego decir que los campesinos se matan entre ellos). Todos sabemos quiénes son los que hoy destruyen, pero refresquemos la memoria.

Comencemos por el presidente al que en unos días Alan García estrechará la mano para que invierta en el Perú. Se llama Hu Hintao y dirige un Estado que la semana pasada ha asesinado a más de cien tibetanos (según la prensa muchos calcinados) y que mantiene encerrados a miles que piden la libertad en esas tierras altas. Hu Hintao fue gobernador del Tibet hace tres lustros y encabezó la anterior ofensiva contra los que rechazan la ocupación china. Hablemos de los miembros de Falun Gong, una disciplina espiritual y corporal que tiene millones de practicantes en China y que por eso es vista como peligrosa para el sistema. Miles de ellos han sido encarcelados y muchos asesinados; a algunos se les extirpa los órganos para comercializarlos en Europa o EEUU; denuncias conocidas en la ONU y hechas públicas también por El País de España. Y así podríamos llenar páginas de páginas con las arbitrariedades de aquel Estado y de sus diez mil funcionarios dedicados a bloquear el acceso a Internet y de denunciar a los que observan páginas vetadas (literalmente se puede morir en la cárcel por ver una página web en China).

La permisividad del uso de la palabra terrorismo y el antojado enfoque que se hace de ésta le han quitado sentido. Una definición clásica señala que un acto terrorista es el que para lograr objetivos políticos no diferencia entre población civil o militar en sus ataques. Por ejemplo, Israel señala que una cosa distinta es asesinar a milicianos y que estos ataques cobren la vida de inocentes. Desde mi punto de vista esa es una treta que oculta otras intenciones geopolíticas. Además, en este caso, como en el caso de Irak, justificar la matanza de civiles con el escudo del asesinato de un terrorista para fines prácticos es lo mismo o peor. Todo eso, aceptando el significado de terrorismo en el discurso oficial.

La invasión a Irak o a Afganistán ejercida por los EEUU es otra de las muestras del desparpajo con que se asesina a los llamados terroristas. Jamás sabremos cuántos de los cientos de miles o millones de muertos producidos en estas guerras fueron milicianos. La mayoría de las víctimas han sido civiles inocentes; y en el caso de que fueran resistentes a la ocupación, están en todo su derecho de repeler la bota que va por el petróleo. Mientras tanto en Perú se encierra a gente que viene de un encuentro o se hace batidas en Quilca con el único ánimo de intimidar. Las justificaciones de lo que viene sucediendo en el país contra los que confrontan al régimen huelen a fascismo.

Los dos principales socios comerciales del Perú, China y EEUU, son estados que califican como estados terroristas. Las muertes de las que son responsables se suman por millones. Eso, en comparación con lo que hoy se quiere hacer pasar como terrorismo en el Perú no es equilibrado. Ahí están las ocupaciones, ahí los muertos, ahí la represión, ahí las imágenes que día a día se muestran pero que hemos normalizado. Nos están encerrado en la granja de Orwell, pero ya no por la barbarie comunista, sino por la degeneración del falso liberalismo que habla de libertad y que ha encontrado la palabra mágica para tratar de desaparecer la resistencia.

El peligro en el mundo no está representado por los tibetanos, los palestinos, los chechenos, kurdos o las casas de la ALBA (con todas las conocidas arbitrariedades chavistas). La destrucción de la libertad y de la vida está a vista y paciencia de todos para identificarla. Se habla de un proyecto hegemónico que quiere someter a Latinoamérica. Y me pregunto, ¿no estamos ya bajo un proyecto hegemónico normalizado, cuya prueba de su normalización es la aniquilación virtual del que lo cuestiona, que cuenta con tontos útiles? Sí, eso es lo que sucede.

Alexandro Saco
16 3 2008

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