domingo, 16 de noviembre de 2008

¿Corrupto yo?


El gabinete debe caer; es el precio político por la arrogancia promedio de sus ministros y de Alan. Toda la distracción que viene generando el APRA sobre el tema central, empuja más la censura. Los llamados de PPK y la CONFIEP para no desestabilizar por la proximidad de la APEC, son los mismos que apañaron a Fujimori hasta la salida de los vídeos.

Dicho esto, si en realidad existe voluntad de aminorar los efectos de la corrupción, es necesario ver más allá de León y Quimper y de la urgencia de que ambos sean juzgados por sus delitos. Lo que corresponde es entender el porqué de la extensión de la corrupción, de la facilidad con que se da. Ésta es un lenguaje social que posee sus propios énfasis, tonos, acentos y tiene su propia gramática. Del Castillo acepta que Caanán le reclamó porque ninguno de sus negocios estaba saliendo; esa sola práctica es una tentativa de corrupción. Si se habla de estado de derecho, las leyes para un inversionista están escritas y no pasan por la suite del Country Club o del Club Nacional.

Hoy el APRA es quien está en la picota. Y como es que es un castigo merecido a la altanería con que mulders y pastores se conducen. Pero ayer fue tal y antes cual y así la secuencia se repite. Pero el hecho es que el APRA no está conformado por marcianos, sino que se trata de una de las organizaciones más fuertes del país, un producto peruano. Análogamente: si se busca evitar que nuevos periodos de violencia política se den, hay que entender (no justificar) por qué sendero fue lo que fue y se dio en nuestro país; del mismo modo, para aminorar la corrupción, hay que entender que es lo que la impulsa.

Interpretar las causas de la corrupción para aminorarla pasa por mirarnos al espejo de nuestras actitudes en todos los campos. La corrupción no es únicamente entregar dinero a un funcionario público, sino lograr un beneficio, de cualquier tipo, que en condiciones de igualdad frente a los demás no se daría. Siguiendo esa definición, muy pocos podrían afirmar que siempre han sido ajenos a la corrupción.

No es cierto que la corrupción sea una situación inherente al Estado. Las empresas privadas son corruptas como las instituciones estatales, sólo que los beneficios indebidos que obtienen los logran sin necesidad de llegar a la ilegalidad, sino que están amparadas en la entelequia del libre mercado: reciben más de lo debido por productos o servicios (vaya usted a una farmacia). Es decir, hay corrupción legal e ilegal, del mismo modo que existen drogas ilegales y legales; y es posible que como en el caso de las drogas, al enfocar solo a las ilegales estemos dejando de lado el tema principal.

Si bien la reacción política y periodística se podría decir que es más intensa que antes frente a actos de este tipo, sigue cayendo en lo de siempre: convertir a los actores descubiertos con las manos en la masa en los monstruos de hoy, para así limpiarnos todos los demás. Lo mismo se hizo y se hace con violadores y senderistas, en lugar de aceptar que ambos, por más repulsivos que sean, son producto peruano, dignos de exhibirse en las vitrinas para la APEC.

Es necesario ubicar lo transversal de la corrupción no sólo en lo público, sino desentrañarla en lo privado, e indagar en el tercer sector; e inscribirla no en un fenómeno que en Latinoamérica es más intenso, como algunos idiotas latinoamericanos de manual creen, sino en una realidad globalizada en la caída del sistema financiero internacional. Es necesario esperar nuevas luces no políticas, para entender y desde ahí buscar aminorar los actos de corrupción. Y esas luces iluminarán las sombras que se echan sobre los corruptos, como si el resto del país tuviera aureolas sobre nuestras cabecitas.

Alexandro Saco
8 10 2008




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