domingo, 16 de noviembre de 2008

Obama en la blanca


Obama en la Casa Blanca, sería luego del 11S, el hecho político más relevante de este siglo aún joven. Lo paradójico es que quizá sea el 11S y la desubicada reacción a éste el factor que puede desencadenar el triunfo del demócrata envuelto en la bandera del cambio. Y si bien los procesos sociales y económicos son lentos y enrevesados, no hay duda de que Obama presidente es, en el peor de los casos, un cambió simbólico sin precedente. ¿O acaso hace quinientos días alguien imaginaba la posibilidad? El primero que la vio fue MVLL, que en uno de sus artículos rescataba el sentimiento que se iba despertando.

Muchos no verán en Obama posibilidad de que las cosas en EEUU o en el mundo puedan variar. Pero el hecho es que ya variaron, generando un ánimo global. Más allá del cambio radical de las situaciones que hoy el mundo enfrenta, por lo menos tenemos un lenguaje distinto: las palabras construyen el mundo. ¿Pero cómo traducir ese ánimo en acciones? Luego de la debacle republicana y de la inconsistencia del sistema económico, con medidas puntuales y gestos, el sentido puede variar.

Los dos planes de asesinar a Obama de los que se tiene noticia no serán los únicos ni los últimos. Ni los EEUU ni el mundo merecen una bala en el cráneo de Barack. Su presidencia, de darse, significará por un lado agitación, supremacía blanca recargada. Pero también el rescate de eso que ha hecho a EEUU importante. Porque así como su imperialismo pone la bota para aniquilar enemigos imaginarios o reales, su organización política posee aspectos en los que la participación social en las decisiones y la libertad individual son mucho más relevantes que por ejemplo en Suramérica.

Las violencias al interior de los EEUU, a pesar de no ser un tema de discusión en la campaña, son rampantes. No hay mes en que no se produzca una masacre. Los extremistas religiosos potencian su alcance. El muro que los separa de México es manifestación de una política migratoria violenta y fracasada. Y de seguro un triunfo de Obama recargaría el prejuicio racial. Mientras que fuera de sus fronteras las violencias persisten: lo de Irak es insostenible, en Afganistán la eliminación de civiles es cosa de todos los días y la alianza incondicional con Israel no hace más que expeler cualquier avance para desarticular la ocupación de Palestina.

El denominado fenómeno Obama expresado en el merchandising, es aglutinación de un estado de ánimo local y global; acaso más global que local. De hecho, cada cierto tiempo un ser humano encarna el ánimo social y lleva a las tribus a desenfundar sus pipas o sus tambores. Muchas tribus han despertado en los EEUU y contagiado a otras en los confines del mundo. Hasta en Lima tenemos afiches de Obama pegados en la vía expresa o pinks morados que se vendieron el la procesión del Señor de los Milagros, aunque Barack se parezca más a San Martín de Porres que a Cristo.

Como que el planeta merece un mulato al frente del Estado aún más poderoso del mundo. Así, ciertas situaciones impermeables, puede que fluyan distinto por el efecto de su elección. Obama en el salón oval serviría, esperemos, para que algunos estancamientos geopolíticos se superen, y se desarmen definitivamente sentidos comunes económicos que en las últimas décadas reinaron. Claro, las cosas no son sencillas ni el cinco de noviembre el mundo será distinto. Pero entre Mc Cain y Obama, para los que estamos fuera de los EEUU, habría que vivir en una cúpula para preferir al republicano.

La legitimidad del discurso del cambio es la principal fuerza que tiene el candidato demócrata. Si gana, esa legitimidad será menoscabada desde muchos frentes y por los errores que él mismo cometa en el aprendizaje. Pero al menos, y eso es mucho, nos permitirá en la noche del cuatro de noviembre a cientos de millones de humanos, emocionarnos por la derrota de la ideología que ha hecho del mundo un lugar peor de lo que era antes del fraude con el que Bush llegó al poder.

Alexandro Saco
29 10 2008

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