domingo, 16 de noviembre de 2008

Magaly divina


El caso de Magaly no tiene nada que ver con la libertad de expresión. Luego de más de una docena de procesos judiciales en los que ha sido acusada por delitos contra el honor, luego de tres sentencias condenatorias, y luego de una década manipulando desde la pantalla, es claro que se trata de una suma de actos delictivos y bajezas que desembocan en Santa Mónica. Magaly ha sido condenada por la comisión de delitos en por lo menos tres ocasiones; no se trata de una sentencia aislada de un contexto mayor.

Resulta preocupante como ningún opinante puede poner las cosas en su lugar en relación a la referida y se desvíe el debate hacia la "delgada línea" que existe entre el derecho a informar y el derecho al honor, privacidad o intimidad. ARR en su columna del sábado confunde privacidad e intimidad al decir: …dos derechos fundamentales en una sociedad: a la privacidad y a la información. ¿Cuál debe primar? En principio, el primero, es decir, el derecho de los ciudadanos a la intimidad.

La privacidad y la intimidad son cosas distintas. Fue el mismo debate que se dio cuando Juan Carlos Tafur justificó referirse a la vida íntima de Beatriz Merino ocupando ella la PCM. La privacidad es un derecho, que puede verse limitado cuando se trata de una persona relacionada con la cosa pública. La intimidad es un derecho y un espacio humano que no admite ningún tipo de limitación. La intimidad es inviolable, perenne, absoluta. Si eso no se tiene claro, se cae en los errores de interpretación que se están dando en la actualidad.

Otro error que se está repitiendo es considerar a Magaly una periodista. El periodismo es el ejercicio de la información sobre temas de interés público, con todas las consecuencias que eso implica. El eje del periodismo es informar y opinar sobre hechos reales. Magaly no informa; sataniza, juzga, hunde, ofende; no es cuestión de estilo, sino de lo que sostiene su proceder. Su programa lo que hace por un lado es crear situaciones, deslizar medias verdades, pontificar para combatir una supuesta hipocresía generalizada. Pero lo cierto es que profundiza los prejuicios en relación a la vida privada y decisiones de las personas. El periodismo es, más allá de las características personales de cada periodista, un espacio en el que las divergencias y conflictos se recrean, no se crean.

La libertad de expresión en el país está absolutamente garantizada. Tenemos periódicos y columnistas que se refieren al hombre andino de bruto para abajo, otros que insultan y llaman a sus rivales políticos terroristas, o hacen a diario afirmaciones disparatadas que se convierten en temas nacionales. Bayli tiene la libertad de desear la muerte a presidentes latinoamericanos y nadie dice nada. Es decir, sostener que la carcelería de Magaly es un tema de libertad de expresión es ingenuo, interesado o desubicado.

¿Son de interés público los temas que generalmente Magaly presenta en su programa? Tengo la seguridad de que no. No es de interés público si tal o cual vedette se prostituye, ni si tal o cual actor se emborracha, consume cocaína o le saca la vuelta a su pareja. Y hasta se podría discutir si la vida de los futbolistas es o no asunto de interés público. Las distorsiones en las que ha caído la prensa no permiten reflexión adecuada sobre lo privado y lo público.

Así las cosas, la nueva condena es producto de una larga cadena de arbitrariedades y delitos cometidos desde la pantalla de TV, resuelta por una juez que usa su criterio más allá de la costumbre jurídica de no imponer prisión a delitos con pena menor a cuatro años. En nuestro medio justamente criticamos a los jueces por ser extremadamente legalistas, por haber dejado de lado el criterio frente al texto escrito; pero cuando un juez decide usar eso que se le reclama, aparecen voces para arrinconarlo.

Más allá de todos los procesos judiciales que se le han seguido a Magaly y de las condenas, lo evidente es que esta conductora apela a lo más bajo que puede presentarse en un medio de comunicación. No es un tema de libertad de expresión ni de la "delgada línea roja", sino un tema penal. Uno no puede pasarse la vida haciendo lo que le da la gana afectando a otros. Uno puede hacer lo que le da la gana con su vida, inclusive acabarla, siempre y cuando no afecte a otros. Hay algo de justicia divina en la carcelería que esta mujer está enfrentando con una pena menor al daño personal y social ya causado.

Alexandro Saco
19 10 2008

No hay comentarios.: