miércoles, 23 de diciembre de 2009

NASA bombardea Luna


La NASA acaba de bombardear la Luna con el argumento de que se trata de un paso en la investigación científica para indagar si existe agua en el satélite. La noticia ha pasado casi inadvertida; en la televisión supuso unos segundos al final de los noticieros y en la prensa escrita un octavo de página. Pero lo cierto es que este acto marca quizá un punto de no retorno. Por décadas el humano se ha imaginado atravesando el espacio ganando batallas frente a extraterrestres siempre malignos. Pero resulta que a la primera oportunidad de usar armas fuera del planeta, optamos por bombardear a nuestro principal y quizá único hermano cósmico: los misiles salen disparados de la forma más natural.

Si otros patrones culturales serían hoy los hegemónicos, la situación fuera distinta y buscaríamos saber no sobre la base de la destrucción, sino de la comprensión. La ciencia si bien puede ser neutra en sus procesos, no lo es en sus consecuencias y menos aun en su paradigma. Hoy está, en muchos casos, como lo evidencia lo de la NASA que se supone es una de los ámbitos más avanzados de la ciencia, afectada por la altanería que se manifiesta en considerar que para saber hay que destruir. Ello que pareciera ser parte sólo de los extremismos, muestra que la ciencia es también ideología.

Y lo es porque no es independiente ni aséptica; se ha prestado a consolidar y profundizar un estado de cosas que no está llevando al humano a una relación adecuada con los avances científicos. La ciencia en buena medida es parte del círculo que está convirtiendo al humano, a costa de lo no humano, en un accesorio de los alcances científicos. Pero ello no es responsabilidad entera de la ciencia, su responsabilidad está en no distinguir entre avance científico y conservación natural, y cómo esto repercute en el retroceso en el equilibrio natural. Si la ciencia aspira a lograr la perfección que sólo la naturaleza posee, es inviable una ciencia que contribuye a incrementar la destrucción de lo natural.

Ahora bien, de hecho es necesario distinguir entre una ciencia que podríamos llamar instrumental que busca invenciones para elevar, conciente o inconcientemente, la dependencia del humano a sus creaciones, y otra que casi en contraposición lo que persigue es entender las dinámicas no humanas y humanas que se dan en el mundo y en el Cosmos para de ellas aprender o preservarlas. Pero, ¿están la ciencia y los científicos en la capacidad de hacer un balance prospectivo?, ¿reconoce la ciencia sus limitaciones frente a otras formas de interpretar el mundo y el universo?

No es lo más oportuno comenzar nuestro pretendido viaje a las estrellas con un bombardeo al hermano lunar. Si alguna vez el humano llegara a trascender como especie y luego de un proceso de inmenso cambio en las lógicas con que nos pensamos, lográramos despegar de nuestro planeta hacia los confines de la galaxia, de hecho el acto de bombardear la Luna será visto como una mancha terrible pero inicial, pueril, que luego nos llevó a valorar el Cosmos. Uno sólo de esos misiles ha podido destruir toda una evolución de agentes vitales que la Luna guardaba en sus extrañas.

Por ello el brutal acto de la NASA, donde se supone que trabajan los científicos más lúcidos del mundo, nos confronta con la real posición que tenemos en el universo: un átomo incivilizado que apenas puede bombardea justificándose en el saber. El humano a pesar de eso es capaz de lograr creaciones sublimes y de llegar a las cumbres que lo conectan con el universo; para que esa conexión no resulte siendo abortada por el impulso arrogante y el antropocéntrico de algunos, es necesario reparar en el acto que hace pocas semanas se acaba de exhibir en todas las pantallas del planeta e indagar en qué estamos pensando para que haya pasado como una noticia pintoresca.


Alexandro Saco
24 10 2009

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