miércoles, 23 de diciembre de 2009

Uigur: China y sus imitadores


¿Hasta cuándo persistirá la lógica que impide a distintas naciones o sociedades asumir las decisiones de su destino? Los estados, si bien se han legitimado como estructuras relativamente funcionales, tienen un vicio intrínseco: no asumen que no son eternos. El caso de los uigur en China, recuerda que estamos ante uno de los estados que más impide el desarrollo de libertades. Lo incoherente de esta situación, es que no existe poder o líder capaz de señalar que China mantiene un régimen totalitario. Los mismos que se reúnen con Hu Hintao en el G8, y que no se cansan de recordar que vencieron al fascismo y al nazismo, hoy besan la mano de una amenaza totalitaria en el horizonte del siglo XXI, obviando la represión para justificar el crecimiento económico.

En nuestro país, la derecha que responsabilizan a Venezuela por cada protesta, aúlla para que el dinero de la China totalitaria nos llueva. El gobierno emite normas para validar la inversión minera China en una zona fronteriza, que fue rechazada en una consulta social legítima. El autoritarismo chavista, es un juego de niños frente a la realidad China. Los cientos de muertos de estos días y los castigos severos para los terroristas que incitaron la protesta uigur, son lo visible hoy. En ese contexto, es abyecta la forma en que García paseó con Hu Hintao por la Plaza de Armas, deshonrosa la condecoración del Congreso e hipócrita la prensa que aplaudió esa visita.

Hu Hintao es responsable de la mayor etapa represiva y de la destrucción sistemática de la cultura tibetana entre los ochenta y noventa cuando fue el responsable político de esa región. Es entendible que esa misma estrategia se desarrolle ahora con los uigur: China no sólo reprime brutalmente a los que exigen libertades, sino que mantiene una práctica de eliminación de la cultura de las naciones que oprime. Si se opta por destruir ésta última, estamos frente a cierto tipo de genocidio, que busca impedir la supervivencia de determinado grupo étnico, religioso o nacional.

Hoy son musulmanes, ayer campesinos desalojados o monjes tibetanos, mañana será otro grupo el que evidencie la realidad China. Por eso, es indicativo que los que se presentan como libertarios, caso Openheimer, no se atrevan en sus análisis sobre la China, al menos a trasparentar lo que sucede. Él como otros, se limitan a mostrar los edificios que se multiplican en las ciudades costeras y alabar un modelo indesligable de la represión política.

La historia ojala no llegue a escribir, como en otros casos, que a pesar de las evidencias, el mundo despertó tarde de la ilusión China. Hipotecar el valor de las libertades a la conveniencia económica que genera comerciar con China, es un error histórico y muestra de los contrasentidos del sistema global. Como otros totalitarismos, el chino, pretende desaparecer o hacer inviables ciertas culturas.

Los argumentos de la China comunista son los mismos que utilizan los extremistas de derecha: conspiración externa, al-kaeda, terroristas: los buenos y los malos. La corriente pro totalitaria que busca someter lo que se le oponga, hoy se expande arropada en un discurso desarrollista y de falsas libertades. No se trata de asuntos aislados; todas las respuestas represivas frente a naciones, etnias o grupos organizados, siguen el patrón post 11S, que se emparienta con el patrón post sendero en el Perú. Los pro totalitarios peruanos son parte de esa corriente global que impulsa y logra mantener aún una verticalidad revestida de legalidad.

Si bien el mundo alberga una serie de peligros, éstos hoy parten principalmente de los estados constituidos. Es tiempo no sólo de consolidar derechos para ejercer libertades, sino de buscar sostenidamente las instancias políticas que superen a los estados en sus limitaciones. El Estado, en diversas situaciones, rompe el contrato social que lo legitima basado en el bien común, sea porque lo distorsiona o porque impone condiciones políticas inaceptables para minorías y económicas aplicadas a las mayorías. El Estado en alianza con otros poderes, invalida el contrato social al incumplirlo. Frente al incumplimiento de un contrato lo que queda es desconocerlo o renegociarlo, como hacen los uigur en China o los pueblos amazónicos peruanos.

Alexandro Saco
9 7 2009

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