Tanto la presunción de que Arafat era el obstáculo para la paz, como la de que Sharon es la garantía de la misma, personalizan en exceso un asunto mucho más complejo. La paz y el entendimiento entre Palestina e Israel superan a las figuras que en determinado momento pueden parecer garantizarla o entorpecerla, o viceversa. Se trata de un proceso en el que si bien el gobierno de Sharon ejecutó la retirada de Gaza, eso es insuficiente y para muchos esa retirada se enmarca en un plan mayor que a la larga impediría la creación del Estado Palestino. El unilateralismo del último año de Sharon, la violencia reciproca que no cesó a pesar de lo comprometido en Sharm el Sheik, el crecimiento electoral de Hamas y ahora la definitiva ausencia de Sharon del quehacer político en Israel, enmarcan una situación en la que es difícil pronosticar qué sucederá.
Los dos procesos electorales que se acercan son paralelos. En Palestina Al Fata y Hamas podrían estar muy cercanos en las preferencias electorales. A pesar de las críticas a la participación de Hamas, que se fundan en los ataques suicidas sobre Israel, este grupo no sólo es terrorismo. Hamas ha penetrado en la sociedad palestina debido a los vínculos de asistencia social que mantiene en zonas deprimidas. Hay también información en el sentido de que algunas de sus facciones prefieren ir dejando de lado la violencia para establecer negociaciones no sólo entre palestinos sino directamente con Israel. Pero también hay los extremistas que siguen desconociendo el derecho de Israel a existir. Será importante entonces entender la representación que obtenga. Esta elección también se distorsiona por la negativa de Israel a que Jerusalén Este participe del proceso. Contando esa zona con una cantidad significativa de electores, esa negativa quizá a la larga resulte favoreciendo a Hamas, que aceptaría el proceso sin Jerusalén Este. A la fecha se trata de buscar una solución, pero las fuerzas de seguridad de Israel han impedido hacer campaña a los candidatos palestinos en esta zona de la ciudad.
Israel ahora, con la ausencia física en la política de Sharon, ve variar su escenario electoral. Lo que parecía un triunfo casi seguro del Kadima asegurando más de un tercio de la Knesset, hoy no está garantizado. Sharon era el eje sobre el que Kadima se convertía teóricamente en una opción de centro en lo referido al conflicto; a pesar de haber llevado tras él a varios importantes dirigentes del Likud y del laborismo, ninguno de estos cuenta con la fuerza política que Sharon representaba. Se abre entonces un panorama en el que tanto la derecha con Netayahu como el laborismo con Peretz, o un Simon Peres al centro apoyado en la sombra de Sharon, podrían redireccionar las intenciones en el voto.
La ironía del destino esta vez se posa sobre Sharon. Cuando se le atribuía estar cerca de dar pasos trascendentes en el conflicto con los palestinos y convertirse, para muchos, en uno de los mayores estadistas de Israel, se ve afectado por esta dolencia. Y vuelve la pregunta ¿Era Sharon la garantía de avanzar pasos sólidos para una distensión del conflicto? Urge despersonalizar el proceso de paz y urge aclarar los límites de la propuesta que Kadima hereda. Aunque es cierto que en momentos clave se necesita de personalidades imponentes como la de Sharon, su salida de la escena es un llamado a enfocar el conflicto en la era post Sharon. Del mismo modo, es un llamado a que los grupos palestinos alzados en armas, observen de manera pragmática la ausencia del líder judío.
En menos de catorce meses dos personalidades de gran fuerza salen del mapa político. A los palestinos huérfanos de Arafat les ha sido y les es arduo encontrar un sendero común. Abbas ha hecho esfuerzos, pero la continuidad de la ocupación y el futuro incierto de ésta contribuyen a fortalecer a los radicales. En Israel con un sistema político consolidado, la situación debe ser distinta. Debiera ser el momento de permitir que afloren los puntos sustanciales de un camino hacia una paz casi invisible, y que la sociedad israelí asuma como parte de la inseguridad lo que sucede detrás del muro. La ocupación de los territorios más allá de las fronteras de 1967 debe observar la necesidad concreta de un canje de tierras y la salida de muchos asentamientos de Cisjordania, la consolidación de un Estado palestino con continuidad territorial, la aceptación de Jerusalén Este como capital de ese Estado, y la comprensión del derecho al retorno, llevadas a una nueva mesa determinando un interlocutor valido y no negándolo, debieran ser una plataforma realista, por el lado de Israel, a la luz de la complejidad y violencia presentes.
La realidad es mucho más densa y complicada de lo que un intento de análisis permite. En ella aparecen los sentimientos de ambas poblaciones ante la violencia indiscriminada por un lado y ante la respuesta desproporcionada por el otro, ante lo vejatorio de la ocupación por un lado y ante un antisemitismo regional por el otro, ante las enormes limitaciones para una vida digna en Palestina y ante la inseguridad que un muro no erradica. La ausencia del líder despersonaliza y crea una nueva etapa de cara al conflicto.
Alexandro Saco
Civilización
http://www.radiosanborja.com/
6 1 2006
viernes, 6 de enero de 2006
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