sábado, 4 de marzo de 2006

SAN ALAN FARSANTE (1)

La principal razón para oponerse a la candidatura de Alan a la presidencia es casi de sentido común. Él ya fue presidente y su gobierno fue malo. Esa idea de que la experiencia es uno de sus puntos a favor sólo es producto de un partido que se impide a sí mismo la renovación, que se queja del caudillismo pero venera a su líder. Una segunda oportunidad la podemos otorgar en la vida privada, pero en la vida pública, y más aún en el nivel presidencial, es decirle a 27 millones de peruanos que existen los imprescindibles. Si bien nuestra estructura electoral y política impide la emergencia de liderazgos, eso no justifica la blandura con que ahora Alan es tratado considerándolo el mal menor frente a Ollanta.

Durante los últimos cinco años hemos presenciado claramente el doble discurso de Alan y de sus escuderos. No hace falta ahondar en ese aspecto, el APRA es el partido que más utiliza el doble discurso dependiendo de las variaciones de la opinión pública a la que pretende interpretar. Del Alan neoliberal de hace tres años, hoy tenemos a un émulo renovado de un discurso de izquierda. El asunto es que Alan garantiza la estabilidad de unas decenas de políticos que siguen creyéndose dueños del Perú y sus ideas. Alan es la continuidad de una mediocridad generalizada del sistema político. Sus palabras no son garantía de nada, sus poses no pueden ocultar su megalomanía y su intolerancia, que si por x razones lo llevaran a Palacio aflorarían de inmediato.

De que es hábil, inteligente, culto, apuesto y quizá el mejor orador de Hispanoamérica en la hora actual, no hay duda. Pero eso no garantiza ni compromete una aceptable gestión gubernativa. Sería excelente tenerlo de catedrático o apreciar sus dotes de conferencista, esperar libros más pulidos de su cosecha, es decir, verlo en el retiro político.

La única encuesta que lo coloca en segundo lugar es la de filiación aprista. Y lo más triste es que algunos de los que lo denostan, la utilizan ahora para levantarlo frente al cuco Ollanta. Alan ya fue derrotado por un mediocre candidato como Toledo. Lo mismo de siempre, el mal menor, que se le puede perdonar a los electores, pero no a los que influyen en la opinión pública. Ahora casi tenemos a San Alan, bautizando bebitos, alabado por su brillante reagueton, idolatrado con su camisa roja.

Alan es una farsa política, no ha resuelto las acusaciones sobre los delitos que se le imputaron más allá de una prescripción quizá acordada con Montesinos. Además fue quien incubó primero y luego puso el aparato del Estado, ante el portazo en la cara de VargasLlosa, al servicio de la candidatura de Fujimori. Eso es más que suficiente para arrinconarlo en el desván de los desechos políticos. Dónde están los agudos críticos ahora, ¿esperando la segunda vuelta para aplicar sus designios ideológico mediáticos o esperando una foto de Alan con Lula o Krichner para la primera plana?

El lastre mayor de nuestros pueblos son los irremplazables, y así se le ve a Alan en su partido y en las preferencias, aunque también debe haber la añoranza de un puesto estatal, de esos que llevaron a la debacle al Estado y alumbraron uno de los episodios más negros de la historia. El dueño del doble discurso hoy es la estrella, esa es la vara que nos mide.

(1)Farsante.
De farsar. 1. adj. coloq. Que finge lo que no es o no siente. U. m. c. s.

Alexandro Saco
3 marzo de 2006
Civilización
www.radiosanborja.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

un filosofo del siglo xix redescubrio una categoria del pensamiento, que interpretaba la recurrencia de los acontecimientos historicos y naturales y lo sintetizo como el eterno retorno de lo mismo, esta categoria en el caso peruano, se idiotiza y se transmuta en el eterno retorno de la mismas huevad...es asi como retornan los alan,los popys,los kussinsky,los fujimoris,los toledos ...y todos los admiradores de stroessner. esta categoria a la peruana, es aplicable para cualquier actividad.