jueves, 3 de agosto de 2006

Alan - Chávez: Glocalización

Si Alan y Chávez se llegan a reunir de seguro encontrarán más puntos en común que desacuerdos. Más allá de la campaña encendida, Alan no es lo que la derecha pretende que sea, y en teoría la integración regional es una de las columnas del aprismo. Y no sólo la integración regional, sino global cuando haya intereses comunes frente a determinados aspectos político-comerciales. Retiros como el que apresuradamente se hizo del G-21 en materia agrícola, debieran dejar de producirse en un gobierno aprista. Por el lado sudamericano, si bien Chávez tiene sus objetivos propios, aislarlo sólo está en la agenda de los mismos que aplaudieron su informal retiro de la CAN, pero para todo lo demás lo consideran un proto-Hitler.

A mediados de los noventa se decía que la globalización, con el consumo como eje, en su ampliación de la oferta global, iba a igualar hacia arriba a los sectores económicamente desfavorecidos. Se ha demostrado que eso era, en el mejor de los casos un error, y en el peor parte de una estrategia de consolidación de un modelo que deja fuera de sus beneficios a los que no pueden consumir. La globalización evidenció lo contrario, que justamente para enfrentar los retos que se plantean, es casi absurdo hacerlo con un Estado pintado en la pared. La liberalización comercial no puede dejar de ser paralela a un proyecto que tenga en cuenta intereses internos. Los países que hoy son desarrollados lo hicieron sin TLC de por medio, y planificando a qué sectores apoyar.

Max Hernández se refiere a la glocalización, como el fenómeno que reanima lo local frente a la enorme influencia de un comercio economía cultura y políticas globales. Esta glocalización, más allá de las distorsiones que puede afrontar por nacionalismos exagerados, es un punto atendible. Lo local parecería esfumarse frente a lo global, pero por el contrario, para no diluirse en medio del consumismo fundamentalista, es necesario reforzar lo que hemos conservado en buena forma. Y para ello, hay que mirar también al barrio, a la región. Si bien queremos llevar nuestros productos a Tailandia o a Turquía, la potencialidad que significaría tener al menos una Sudamérica interconectada vialmente y con proyectos energéticos conjuntos viables, es realmente enorme.

Los chilenos hablan de una proyección conjunta mirando al Asia, bolivianos y argentinos llegaron a un acuerdo sobre el precio del gas. Si bien el Acuerdo Comercial entre Cuba, Bolivia y Venezuela no causa expectativas mayores, despreciarlo a priori evidencia intolerancia frente a las alternativas que el mundo abre. Los EEUU son grandes justamente porque se mantuvieron unidos, no serían lo que son si luego de la guerra civil hubieran nacido dos estados. La UE con dificultades por cierto, apuesta por la unión. Pero en Sudamérica un sector muy influyente nos quiere hacer creer que las políticas comunes en casos puntuales son anacrónicas. Deberíamos preguntarnos por qué entonces países como Sudáfrica, Brasil, Paquistán, Nigeria, Colombia o India, entre otros, consideran necesario mantener lineamientos frente a los subsidios agrícolas. O por qué EEUU apuesta por los TLC individuales; sabe pues que en la OMC, donde cada país vale un voto, sus intensiones no prosperan.

Hay que evitar caer en el juego de los que satanizan toda posición firme frente a los mega capitales. La necesaria apertura comercial y cultural no puede ser sinónimo de descuido frente a realidades que cada elección demuestran que los gobiernos son llevados a favorecer a unos y seguir descuidando a otros. Sin un interés, no digamos nacional, sino al menos propio del Estado, ni la apertura ni el comercio ni el consumo garantizan que las condiciones sociales mejoren. De algo de ello hablarán Alan y Chávez si es que se reúnen, cada uno con su juego propio de seguro, con su ego vigente.

El fundamento de la modernidad no es la aceptación de lo que existe, sino su cuestionamiento. Los que hablan de modernidad entregando su alma al mercado existente y diciendo dejen que la economía funcione sola, no son hombres modernos. Sudamérica dejará de ser un pueblo al sur de los EEUU, cuando al menos tenga carreteras y gasoductos que exporten, pero que también provean a los pueblos dejados de lado.

Alexandro Saco

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