jueves, 3 de agosto de 2006

El beso de Alan

El presidente electo inclinándose para besar la mano del Cardenal es una escena desafortunada. El apretón de manos con Keiko y los más representativos fujimoristas, son en el fondo Alan y Fujimori dándose la mano. No es el hecho del saludo protocolar, es lo que estos representantes consideran que hay detrás del beso o de la mano. Esas son sólo dos imágenes de unas semanas cargadas de efecto visual en la puerta de la oficina del presidente electo en Paseo de la República. Ninguna de las visitas ha reflejado la nueva realidad que el mapa electoral del 4 de junio presenta. Seguimos ante tecnócratas nacionales o externos, o ante políticos reciclados por unos medios de comunicación incoherentes. El Paseo de la República cruce con Aramburú no se perece en nada a las zonas del país mal interpretadas desde la metrópoli.

Alan parece entender más que su propio partido y más que sus visitantes lo que está en juego. La pregunta es si podrá superar los límites de lo políticamente correcto que su elección significa, para convertir esta etapa en apertura. De momento nada indica que se plantee un gobierno de concertación, quizá sí uno que convoque a algunas figuras no ligadas al partido. Una herramienta clave para no inventar el país está servida y se llama Acuerdo Nacional. Pero los antecedentes del APRA en relación al AN no son motivadores. Las inconsistencias del discurso ya son palpables, Alan ha tomado la bandera de fustigar a los partidos y con gesto enérgico señala que se olviden del financiamiento que la ley electoral les otorga en relación a la disponibilidad fiscal. Pero lo ha hecho trepándose a la ola del ya tradicional desprecio a los partidos. Peor aún resulta esa reacción si se tiene en cuenta que la franja electoral (franja irrelevante y repetitiva) 2001 costó al Estado 45 millones de soles y la de 2006 algo menos, dinero que sirvió al APRA y a los grandes medios contratados. Mientras que la perfeccionable ley de partidos plantea derivar unos treinta millones de soles en cinco años.

La democracia ha salido ganando, es el lema que justificó la parcialización y manipulación informativa en algunos casos. Los mismos que apañaron a Fujimori, apabullaron a Toledo y persiguieron a Ollanta, son los que hoy esperan que Alan camine como un robot programado para los tiempos de globalización. Pero, si su discurso concuerda con sus ideas, Alan tendrá que desviarse de la ortodoxia social y económica que absurdamente se ha sentido fortalecida con su triunfo del 4 de junio. Lo del frente, la fragmentación del competidor electoral, no va a durar mucho como centro del debate. Quizá por ahora como resaca de la campaña el foco siga puesto en los nacionalistas, pero luego del 28 de julio no habrá excusa. De las promesas rampantes a los pasos cortos, de la escopeta de dos cañones que en oposición es manejable a la coherencia del discurso con la acción, de Mulder Meche y Jorge a la apertura.

Alan tiene todo en sus manos para concretar un gobierno aceptable. Paradójicamente el mismo a quien arrinconó desde el primer mes de gobierno, es ahora el impulsor de una tregua. Toledo es el mejor propagandista del futuro gobierno aprista. Quién lo diría, aquel al que Alan llamó cocainómano, incapaz y hasta hueveador, ahora, guardando también su interés, desea que la continuidad entre los dos gobiernos los acerque. Pero eso no garantiza la primavera democrática que algunos creen ver. Acá no hay primavera, lo que hay es una mitad del país que sabiendo que se jugaba una carta casi al azar, prefirió hacerlo a tener lo que vemos día a día en Paseo de la República.

Menos besos cardenalicios, menos apretones de manos por el statu quo. Necesitamos que el futuro gobierno nos diga cinco cosas puntuales que va a hacer en este lustro. Necesitamos que antes que gabinete paritario tengamos un gabinete convocante, pero no para la primera foto, sino para los años que se vienen. Necesitamos que el presidente electo asuma su representación como lo que es, y no como manifestación de su interioridad religiosa. Si Alan es un converso, como dice Cotler, eso le concierne a él de la puerta de su casa para adentro. El beso a Cipriani y el encuentro con Fujimori vía la sucedánea Keiko, sumados a las paranoias de Jiménez y Giampietri, son un mal síntoma. Estamos a tiempo.


Alexandro Saco
17 6 2006

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