domingo, 20 de agosto de 2006

La guerra breve ¿Y qué fue del soldado Shalit?

La invasión sobre Irak venía evidenciando que no son suficientes poderosos ejércitos para lograr objetivos militares. La reciente guerra entre Israel y Hezbola/Libano lo reafirma. La superioridad tecnológico militar enfrenta un límite. Si quitamos las armas atómicas del escenario, las potencias no pueden consolidar sus estrategias. Se llega a un punto muerto, en el que arrasar un país no se traduce en triunfo bélico, sino en cuestionamiento de su conveniencia, como en el actualidad sucede en Israel.

El fracaso de Irak se une a los escasos logros de Israel sobre Hezbola/Libano. Las encuestas que otorgaban una aprobación enorme a Olmerd, empiezan a evidenciar un declive significativo que puede matizar la política israelí en los próximos meses. Gideon Levy señala que lo mejor que ha podido sucederle a Israel es no triunfar en este conflicto, ya que ello podría permitir a su clase política asumir que la superioridad militar no es garantía de que su sociedad subsista segura.

Siria e Irán se adjudican la respuesta de Hezbola/Libano y la flamean como bandera panarabe, venida a menos en los últimos tiempos. Siria e Irán, los sólidos de la región, no serán sometidos militarmente. Si no existe la intención de incendiar Medio Oriente, en algún momento EEUU deberá aceptarlos como interlocutores antes que utilizar el recurso religioso del bien y el mal. Los dolores de parto de un nuevo Medio Oriente, como definió Rice la situación reciente, han abortado. EEUU alentando a Israel ha logrado el objetivo contrario, fortalecer a los islamistas.

Si bien Hezbola es alentado por Siria e Irán, ese no es su único ni principal sustento. Ahora, luego de la guerra breve, así se logre alejarlo treinta kilómetros al norte de sus posiciones iniciales, su influencia para muchos habitantes de está región se incrementa. Hezbola ha resistido, los estados de Israel y del Libano resultan en una situación más complicada que antes del enfrentamiento. Esta nueva escalada de las guerras árabes israelíes, quizá haya sido la que el mundo ha observado con mayor nitidez. Los argumentos se han confrontado, la opinión pública global puede hacer sus juicios de valor respectivos.

No es propicio desligar esta guerra breve del problema clave de Medio Oriente: la consolidación del Estado Palestino. Los ataques de Hezbola están intrínsicamente relacionados con la resistencia palestina a la continuidad de la ocupación israelí. La agenda de Irán se nutre de esta misma situación. La fuerza militar israelí no aminora sino aumenta la resistencia palestina. Es insostenible la continuidad de la misma política entre Israel y Palestina. Israel sostiene que el retiro de Gaza es una muestra de voluntad hacia la convivencia. Observando la secuencia posterior de los hechos, lo de Gaza es irrelevante.

Ni Siria ni Irán ni Hezbola son ángeles, tienen una agenda que apunta hacia Israel. Pero esa agenda se nutre de la conjunción de intereses de Israel con EEUU, que mientras opera debilita el ángulo conciliatorio del discurso gubernativo israelí. No están separados los intereses de EEUU de la política externa israelí en la región.

De haber borrado a Hezbola del mapa los próximos pasos se hubieran acelerado en la agenda para Medio Oriente de EEUU. La ONU repite su papel de entidad que funciona con posterioridad a los conflictos. Su influencia es nula mientras las guerras están vivas, luego se convierte en gestora de acuerdos que no garantizan mucho. Los países clave no quieren comprometer a sus tropas enviándolas al sur del río Litani, los cascos azules acaso tengan que recurrir a tropas latinoamericanas. En la guerra los números no son como en el fútbol, 1200 muertos por el lado Hezbola/Libano frente a los 130 de Israel no son reflejo de la sensación posterior. ¿Y qué fue del soldado Shalit?

Alexandro Saco
17 8 2006

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