jueves, 3 de agosto de 2006

Zidane el Rey Musulmán

El cabezaso de Zidane, si bien no es una jugada, resume toda la connotación que puede tener el fútbol en la actualidad. Si se llevó a la gloria una jugada tramposa como la mano de Maradona frente a Inglaterra en 1986, lo de Zidane en el contexto de una final mundialista, supera al gol del argentino. Las voces que señalan que una actitud así desmerece al jugador, son vacías, niegan que lo emocional y lo deportivo van de la mano. La respuesta de Zidane no es al último de los insultos de Materasi, es una reacción a toda una cadena de cientos o miles de veces en que otros jugadores o desde las tribunas se refirieron a él denostando su religión o su procedencia étnica. Zidane es el primer Rey musulmán que todo el mundo reconoce como tal, ahí está su calma con la pelota para demostrarlo.

Cuando el mundo apuradamente le ponía la corona a Ronaldiño y creía ver en la suma de individualidades a un potencial Brasil campeón, o repetía el favoritismo con España que siempre termina por las patas de los caballos, Zidane se preparaba a ser uno de los reyes, de esos que llevan a su equipo o a sus tropas a la batalla desde el frente. Un hijo de inmigrantes conduciendo a Francia a la cumbre, ni Platini ni Girese. Zidane, junto al nacido en Senegal Vieira, y los demás en una mixtura casi a lo sudamericano. Fútbol y proyecciones no son amigos, ninguno de esos estudios economicistas que acercaban las posibilidades de los equipos a la copa, repararon en Francia.

No fue un simple puñete, un sucio codazo, una artera patada o un cobarde escupitajo. Fue una envestida magnífica, con la parte más frágil del cuerpo para atacar, sobre la parte más poderosa del cuerpo para recibir un ataque. Cabeza versus pecho. Zidane nos recuerda qué poderosa puede ser la lucha, y que cobarde la guerra. La lucha del cuerpo a cuerpo, la guerra en la que apretar un botón despersonaliza el enorme daño que causa un misil. Todo el que ha tenido la experiencia de jugar fútbol, no el diminuto fulbito que pulula en nuestro país, sabe que nada hay que se compare a meter un gol, o cuan terrible puede ser una tarjeta roja que te deja en off. Si todo deporte contiene un ámbito de emociones, la fuerza la precisión y el conjunto encuentran en el fútbol algo más. Eso que ningún deporte siquiera se acerca a concitar sobre el mundo.

Así como hay escritores a los que el Premio Nobel no los hace más, Zidane quizá sea junto a Cruff de los pocos jugadores a los que la Copa no les hace falta para ser el mejor. Se ha disculpado sobre todo con los niños, pero no se ha arrepentido. Lo que sigue situando la reacción en el campo de una lección. Claro, por ahí no faltarán los que digan que justificar ese acto es alentar la violencia. La violencia es natural en los animales, hombre incluido. Lo triste sería condenar esa respuesta y callar frente a los crímenes que en nombre de la paz se cometen en este momento en varios lugares del mundo. El cabezaso de Zidane no abre una puerta a la violencia, sino refleja la reacción de aquellos a los que las cámaras y los micrófonos del mundo están negados. Ese simple acto en un partido de fútbol, es un hipervínculo que con un poco de creatividad puede ser una alegoría del mundo actual.

Justificado y valiente, animal y humano. Zidane en el momento cumbre de su vida evoca toda una carrera, toda una vida de niño marginal, de recuerdos, de condiciones, de carta libre para unos y condena para otros con el mismo derecho. Si bien es indicado señalar que el fútbol requiere de mucha disciplina y trabajo, los futbolistas nacen, es mentira que se hacen. Habrá algunos con condiciones que en el camino se pierdan, pero no habrá ninguno que en el camino aprenda lo que el instinto hacia el balón trae en los genes. La paradoja es enorme. Cuando nos quieren hacer creer que terrorismo es sinónimo de Islam o de árabe, uno de ellos se eleva por sobre todos. Zidane, los que vamos a morir te saludamos.

Alexandro Saco
16 7 2006

1 comentario:

Anónimo dijo...

Atención a las faltas de ortografía... tan normales entre quienes adoran el football.