viernes, 20 de octubre de 2006

Ecuador y el cuco

La sombra de Chávez resulta siendo insuperable en los últimos procesos electorales de la región. Humala, AMLO, y ahora Correa no han podido evadir la relación cierta o exagerada con el gobernante venezolano. Estos tres candidatos mientras más fueron asociados con Chávez, sufrieron bajones electorales. En los tres casos, con distinto grado de intensidad, ellos apelan o apelaron al recurso del fraude electoral. Lo que por lo menos en el caso peruano no existió. Ello no obvia la denuncia de manipulación mediática producida por el conservadurismo. Pero deja en claro que hay una lectura deficiente de la realidad social por parte de la autodenominada nueva izquierda.

Si bien existe una evidente ansia de reforma y descontento en grandes sectores sociales latinoamericanos, ésto no se traduce electoralmente en una apuesta por el modelo chavista. El llamado proceso venezolano tiene demasiados claroscuros como para que los votos avalen posiciones que se relacionan con él. Asombrosamente, se percibe una religiosidad latente, que en los procesos peruano y ecuatoriano resultó útil. García se mostró como un converso, y Novoa empuñando crucifijos y arrodillándose para rogar a dios, terminó remontando un resultado que le era desfavorable. La excepción a la regla resultó siendo Evo que ganó la elección de forma contundente.

Este análisis no niega que existe una alianza económico mediática que pretende deslegitimar las posiciones que confrontan una continuidad en la que sólo el mercado conducirá al desarrollo, lo cual es inexacto. Pero sí debe ser un llamado de atención severo al pensamiento de izquierda para que se despercuda de los lastres que lo siguen acompañando en algunos casos: refundación, dispersión. Krichner y Lula, sin apelar a la retórica rupturista, gozan de mayor consenso social y pueden aplicar algunas de sus propuestas. Se podrá señalar que existe una lucha de poder en la que el extremo del falso liberalismo exige otro extremo de clásico izquierdismo, quizá, pero los extremos electorales no han dado resultado en los casos señalados.

El asunto es bidireccional. Así como hay una derecha de falso liberalismo que se esconde bajo la falda de la mano dura y es provinciana al extremo, existe un izquierdismo que no puede marcar una distancia serena del proyecto venezolano. Se debería poder ser derecha sin cometer el traspié alanista de avalar el discurso neo conservador trasladando su lenguaje a nuestra realidad; como se debería poder crear una izquierda libertaria alejada de los lugares comunes que aún no supera. En vista de que eso no sucede, las sociedades divagan electoralmente. Presos de sus creencias, una falsa derecha liberal se entrega al dogma del mercado y una izquierda expectante no puede señalar que en Venezuela existe una autocracia.

Por el lado de la izquierda se sigue apelando al victimismo de los pueblos originarios. Cuestionar esa visión no significa desconocer la historia ni las aberraciones que estos pueblos han tenido que soportar, pero la psicología enseña que primero hay que superar el trauma y no alimentarlo. Por el lado de la falsa derecha liberal el dogma de la estabilidad jurídica o del libre mercado la ciega, desconociendo que el país tiene intereses propios que atender; y peor aun, refleja en sus análisis teorías ilusas como la de los estados fallidos. El que está fallido es el mundo organizado de esta manera, en el que por ejemplo, lo que se comercia en agua embotellada en un año es mucho más de lo que se necesita para llevar agua y saneamiento a los que no lo tienen y mueren de sed. A pesar de eso, la falsa derecha liberal alude que las cosas andan bien y enarbola el chorreo.

Nuestras sociedades están envueltas en procesos inacabados. La falsa derecha liberal pretende saltar a la garrocha los vacíos que sin ser superados no pueden conducir a un desarrollo compartido. La alianza económico mediática que pretende imponer un sentido común es abierta y desde su influencia ridiculiza las propuestas de reforma y de cuestionamiento, pero la izquierda no logra cuajar una propuesta en la que las sociedades se sientan reflejadas. Los últimos resultados como el de Ecuador confrontan la percepción de que la sociedad pretende el cambio radical sí o sí. La gente no lee lo que los políticos creen escribir, ellos en muchos casos siguen estando en una nube, prefiriendo el discurso a las acciones y los gestos.

Alexandro Saco
16 10 2006




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