domingo, 1 de abril de 2007

Ideología Ciprianista

No recuerdo escena de mayor cinismo público que la de Cipriani tratando de hacer que su llanto parezca real en la conferencia de prensa luego de la liberación de los rehenes de la embajada de Japón en 1997. Se sacaba los lentes, se frotaba los ojos, hacia muecas con la boca, entrecortaba la voz, en suma una burla al Perú. Tomaba el micrófono y actuaba para que pensemos que estaba consternado por las muertes de los chiquillos emerretistas o de los comandos. Esa persona es la misma que desconoce que la religión debe limitarse a los ámbitos de la fe, y no andar entrometiéndose políticamente; la misma que tiene treinta minutos semanales en RPP, el medio de comunicación con más llegada del país, la misma a la que el presidente de todos los peruanos le besa la mano en un acto irresponsable, la misma de la que sabemos cómo se expresa en privado, la misma que desde su púlpito condenaría a la hoguera si estuviéramos siglos atrás.

Ahora todo indica que quiere tener un grado de influencia gravitante en la PUC, centro que sin duda es uno de los pilares de las libertades y del pensamiento racional. Amparado en un testamento busca la sinrazón para lograr que su ideología y el Opus Dei sigan haciendo del Perú su territorio experimental. Y lo peor de todo es que se le teme: oía un programa radial, en el que los conductores arribaron al tema de la disputa PUC Cipriani, y en el momento de nombrar al cardenal ambos, hombre y mujer, enmudecieron por algunos segundos, lo que es una eternidad en un programa en vivo, luego de lo cual entraron a la crítica. Una pregunta es entonces, qué hace que un personaje tan desacreditado como Cipriani tenga tanto poder y todos veamos cómo lo usa en cada lugar que puede, sin que podamos hacer mucho.

La representación de Dios sobre la tierra es aún muy influyente. Se comete un error al ser políticamente correcto y no confrontar a Cipriani en la creencia de que así se podría ofender a la iglesia o a la fe de los creyentes. La principal ofensa a la iglesia peruana es que tenga un cardenal inoportuno, reaccionario y cómplice del fujimorato. Por que el hoy cardenal fue una de las columnas más visibles de la telaraña montesinista, al lado de gentes como la Bozo, la Medina y varios otros que hoy se han reacomodado cual camaleones. Pero quizá lo más triste de todo es que el gobierno de un partido que nació confrontando los grandes poderes del siglo pasado, se halla arodillado ante la sotana que pretende imponer un oscurantismo inaceptable.

Si Cipriani quiere hacer política que asuma que su representación y autoridad religiosa no debe ser usufructuada en pro de sus intensiones íntimas o corporativas. Respetar la fe de los millones de creyentes católicos significa no utilizarla como escudo de artimañas políticas. El cardenal mancha la fe de los sinceros católicos y ensucia en sus flamígeras intervenciones en temas controvertidos una manifestación popular respetable. La iglesia peruana y la fe católica no merecen un político en el arzobispado. Le propongo a Cipriani que cuelgue la sotana y se una a Rey en su partido, para así confrontarlo políticamente, sin el escudo de la religión; que vaya en una lista como candidato a la vice presidencia o encabece la lista congresal. De hecho sería elegido, y en el llano sus alegatos conservadores darían intensidad al debate.

Pero si todo esto se hace desde la representación religiosa, se distorsiona, se manipula, y hasta agudos opinantes hoy lo critican con reverencia pasmosa. Cipriani representa a un muy reducido sector que creyéndose moderno y hasta liberal, es provinciano y ultra conservador. Desde su pulpito, desde el micrófono de RPP, desde TV Perú o desde la gran cobertura que la prensa le otorga, el cardenal extiende su manto medieval. Temas que cualquier país moderno tiene la obligación de discutir, son estigmatizados por su representación religiosa. La ideología ciprianista nos impide avanzar en muchos aspectos, su influencia y alianza con el poder político es una barrera a superar, no es casual ni esporádica, sino parte del control social que se extiende por las sociedades y por los tiempos, y que va en contra de las libertades ciudadanas pretendiendo recortarlas.

Alexandro Saco
24 5 2007

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