martes, 3 de julio de 2007

Gaza, lo que no se ve

Existen alrededor de dos mil mujeres judías en Gaza, unidas a palestinos y en consecuencia madres de sus hijos y muchas otras en la misma condición en áreas rurales de Palestina. Así lo señala Ilan Pappe en su último artículo. Y se pregunta ¿Si pese a la colonización, la ocupación y las políticas genocidas y de despojo han sido posibles esas concordancias de amor y afecto, imaginad qué podría suceder si desaparecieran esas políticas e ideologías criminales? Ilan Pappe es catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Haifa y uno a los que MVLL se refiere como Los justos en su reportaje de 2006 sobre este conflicto.

Si el insalvable obstáculo para la paz, es decir Arafat, desapareció hace unos años, y de una u otra forma no hay concesiones mínimas que Abbas pueda exhibir, es lógico que la sociedad palestina le haya dado el triunfo electoral a Hamas; y que el obstáculo para la paz no esté sólo en el lado palestino. Las condiciones de vida en Gaza y lo que es hoy Cisjordania son atroces, y no hay intensión visible de que éstas varíen de parte del Estado israelí. El muro sigue construyéndose confiscando tierras palestinas y encerrando o desconectando a comunidades enteras; el embargo de los ingresos palestinos administrados por Israel sumado al corte de la ayuda occidental por la elección de Hamas, condena a ese pueblo a una muerte lenta. Los castigos colectivos infringidos por el Estado de Israel y por Occidente a los palestinos agravan la intensidad de la respuesta. El problema no está únicamente en la radicalidad de Hamas, sino en la intransigencia de los gobiernos israelíes y de su política represiva.

El terrorismo de Hamas es posterior a las consecuencias de la ocupación que desde 1967 ahoga Palestina. El Estado de Israel también comete actos de terrorismo. Entendiendo por terrorismo la muerte injustificada de civiles para consolidar objetivos políticos. La proporción de las víctimas de este conflicto es de 4 palestinos muertos por un israelí. La proporción de prisioneros de guerra es de 8000 palestinos, incluidos mujeres y niños, frente a un puñado de israelíes capturados. La información de las últimas semanas en la que observamos el enfrentamiento entre los palestinos de Fatah y de Hamas, es también una confrontación entre la ilusión de una negociación por la paz imposible de concretar, y la radicalidad a la que ha llevado la realidad de la situación en Palestina.

La alarma es poco para este millón y medio de palestinos encerrados en la franja de Gaza. EEUU e Israel trasladan informativamente toda la responsabilidad de la violencia en la zona a los palestinos, pero eso no es exacto. Existe una retroalimentación directa entre la política represiva israelí y la respuesta de los grupos armados palestinos. Esta violencia tiene como insumo principal la continuidad de la ocupación y la imposibilidad de un horizonte viable para la sociedad palestina. Ya que estableciendo una cronología político geográfica, en ambos casos, lo que se ha conseguido es satanizar a todo interlocutor o encerrarlo como a Marwan Bargouti (líder de Fatah que se perfilaba como sucesor de Arafat), y disminuir cada vez más el territorio palestino hasta convertirlo en islotes discontinuos y empobrecidos.

Uno se pregunta si existe relación entre la política israelí frente a los palestinos y la tragedia del holocausto. Y lamentablemente se puede interpretar la existencia de un hilo conductor en el que por alguna razón la crítica frontal a la política israelí en este conflicto, es asociada al antisemitismo y todas sus trágicas consecuencias. Esa reacción apurada de muchos análisis israelíes impide avanzar en una búsqueda que arribe a un proceso de paz sostenido, y enmudece, por sentimiento de culpa, a naciones y gobiernos que podrían ser claros frente a las acciones y consecuencias en este conflicto. Es necesario para un proceso de paz, observar la realidad de la ocupación y lo que las distintas resoluciones de la ONU han determinado, como el retiro del ejército israelí a las zonas no ocupadas antes de 1967. Además, es obligado un balance de las consecuencias en la psicología social de ambas comunidades en las que la violencia es fuente de su ordenamiento.

No hay paz viable mientras el representante palestino, en este caso Abbas, no tenga respaldo social y nada logrado que exhibir, mientras los palestinos vean cómo su voluntad electoral fue demolida porque se equivocaron al votar. Mientras dictadores pueblen Medio Oriente sin proceso electoral alguno que los respalde y EEUU se alíe con ellos. Los hechos demuestran una intensión de no solucionar el conflicto, sino de llevarlo a extremos como lo de Gaza en las últimas semanas. Sin un viraje objetivo en la política israelí que repiense su estrategia y sus tácticas, será sentido común para más palestinos optar por Hamas y su posición.

Alexandro Saco

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