martes, 23 de febrero de 2010
Wong: ¿Alan mata again?
La embajada china alude que la extradición de Wong Ho Wing a ese país no implicará la pena de muerte, pero eso no es lo que está en discusión. El asunto es otro, y sirve para enfocar algunos ángulos de la política interna y externa. Toda extradición solicitada por China, si bien se puede presentar como un tema legal, siempre será político. Ello porque China mantiene un régimen totalitario donde el partido es el Estado, por lo que toda persona que escape de la justicia estatal se convierte en disidente político. Además, si bien se acusa a Wong de delitos relacionados a la evasión de impuestos, nada asegura que ello sea del todo cierto.
Frente a eso la Corte Suprema peruana, de la que cabe esperar muy poco, ha aceptado el pedido de extradición a pesar de que no existe pena de muerte en el Perú y en China sí. Ello coloca en las manos del Poder Ejecutivo la decisión final sobre la vida del ciudadano chino; pero ésta es una decisión que no se limita al caso específico, sino que se relaciona con la forma en que el gobierno enfrenta los temas de derechos y de libertades. Si García Pérez y Pastor firman la autorización para extraditar a Wong, el país dará otro paso manso para ser visto como uno de los satélites chinos.
Y es que las relaciones con China, que disputa la hegemonía global con EEUU, pasan por una perspectiva más amplia. Si de imperialismos y expansionismos hablamos, el de China es una sombra que se cierne sobre el inicio de este siglo. Basta ver lo que viene sucediendo con Google, que es una nueva expresión de las persecuciones que cientos de miles de chinos sufren y se expresan en represión y muerte; o en lo externo, cómo China actúa en varios países de África, en los que opera con la impunidad habitual que trae consigo la inversión extranjera frente a los conflictos sociales.
Por eso lo de Wong marcará un antes y un después en nuestra aptitud para establecer relaciones internacionales. Si García firma por lanzar a Wong al patíbulo o a una muerte en vida, que es lo mínimo que le espera, estará optando por acercar al Perú a la órbita que China pretende ampliar. Si no fuera así, al menos mantendríamos cierta distancia frente al totalitarismo capitalista chino. Chile y México demostraron que se puede defender principios y en todo caso mantener relaciones comerciales, cuando en el Consejo de Seguridad de la ONU el 2003 votaron en contra de la ocupación y posterior destrucción de Irak por EEUU.
En ese contexto, sostener que no extraditar a Wong mellaría las relaciones comerciales con China, es un provincianismo digno de la Ministra de Economía cuando negocia un TLC. Nos acercamos pues a una decisión en la que un gobierno y unas élites que para lo económico y comercial se llenan la boca de libertades, para lo fundamental que es la vida, se comportan como groseros aprendices de gobernantes. Pero como debemos vender las uvas y los espárragos de Chlimper a la China, habrá que actuar para no enfurecer a nuestros sindicatos empresariales, que al igual que las bandas de construcción civil pasan a la acción cuando se ven afectados.
La muerte de Wong, que ojala no se dé, sería otra en la lista de cadáveres que tienen este gobierno y García Pérez por esclarecer. La globalización no es sólo comercial, sino básicamente debería buscar ampliar derechos y libertades. Si hoy le damos el gusto al Partido Comunista Chino que financia al APRA entregando a Wong como cabeza de turco, seguiremos facilitando que China nos vea como un país al que se le puede inundar de juguetes tóxicos y prendas que hacen quebrar miles de talleres textiles. Ese es el contexto y no si Wong cometió un delito. Al totalitarismo hay que confrontarlo sea capitalista o comunista, y como el chino es una mezcla de ambos, pues más interesante la tarea.
Alexandro Saco
21 2 2009
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