lunes, 24 de setiembre de 2012

A RUTH LA MATÓ EL RATING


A Ruth Sayas la mató el rating y los que viven de él; si bien algunos consideran discutible la influencia de la TV en la violencia, lo que falta es evidenciar los alcances de esa correspondencia. Si una mujer participa en un programa exhibiendo su verdad, recibe dinero por eso, esas afirmaciones dejan a su ex novio como un pobre diablo, luego ese mismo ex novio exige parte del pago, secuestra a la mujer y termina matándola, es obvio que las cosas se desencadenaron por lo sucedido en el programa, en este caso El valor de la verdad. Tratar esto sólo como un caso más de feminicidio es hacerle el favor a los que han demostrado que el rating importa más que la vida.
Sostiene Ortiz que la verdad siempre ilumina y con esa afirmación a lo Cipriani pretende cerrar el debate sobre las consecuencias carroñear en la TV. El asunto es el uso que se le puede dar a ciertas verdades y las consecuencias de divulgar cuestiones personales. La verdad personal no es un producto para exhibir en una vidriera (la TV es la vidriera más grande y ubicua del planeta), sino una condición personalísima que puesta en venta hace corresponsable de las consecuencias al comprador de ésta. Es decir, si alguien paga 15 mil para ganar 1 millón y por esas revelaciones la vendedora termina fondeada y cubierta de cemento en un pozo, existe una responsabilidad compartida entre comprador y vendedor.
No nos vengan entonces con el cuento de los atributos de la verdad para obviar lo que la muerte de Ruth nos muestra: la TV peruana no tiene reparo en traficar con la vida misma (ya ni siquiera con el dolor y la miseria humana). Eso lo vemos desde hace 15 años con el tratamiento que se le da también a las demandas sociales, en las que el desenlace en vidas perdidas y malogradas también es responsabilidad de la TV, pero hemos aceptado la treta de la libertad del televidente. Ahora que la correspondencia entre el rating y la muerte es hace explícita, habría que esperar al menos un punto de quiebre; habría, digo, con cierta desesperanza, porque la crítica de la TV y los líderes de opinión en buena medida están entroncados con el negocio de la TV.
Si  mañana un canal de TV anuncia que trasmitirá una violación en directo rompería el rating y ¿la violencia contra la mujer explicaría esa violación? No exagero, la semana pasada Vidas extremas de ATV logró que una mujer se “amiste” y reciba nuevamente en su casa al hombre (su esposo) que con un cuchillo le cortó la cara dejándole una cicatriz en el alma y en el rostro; en unos meses quizá tengamos que lamentar la muerte de esa mujer, pero Mariella Patriu y Álamo Pérez Luna seguirán haciendo “periodismo”.
En relación a los que hacen TV, recuerdo que cuando me enteré que el dirigente del sindicato de Agro Industrial Virú había sido despedido por las declaraciones que brindó en TV a Radicales Libres (programa a mi cargo), o que los representantes de los inspectores laborales del MINTRA fueron sancionados por hacer públicas sus demandas en el mismo programa, sentí que a pesar de haber cumplido con lo que me correspondía, en este caso informar, no podía desligarme del asunto: mi participación en ambos casos tuvo que ver con el desenlace, pero desde el periodismo que debe reflejar y criticar la realidad social.
En el caso de Ruth Sayas y El valor de la verdad aparecen otros aspectos: No se trata de un  programa periodístico, por lo que no hay compromiso con visibilizar la realidad, prima el  ánimo por el rating que se traduce en lucro para el canal y su conductor, es decir dinero y audiencia. En consecuencia no existe otro compromiso que el de lograr que más televisores sintonicen el programa al precio que sea: en este caso el precio fue la vida de una joven. El feminicidio es culminación transversal de toda la violencia ejercida sobre la mujer, por eso mostrarlas corrompibles los sábados por la noche es natural.
La potencia de la televisión es inmensa y genera dinero mientras más burda se ponga, por ello los principales interesados en relativizar esa influencia son los propios canales de TV. Un periodista que acepta someterse a los dictados políticos del propietario del canal muere en vida; pero una cara de la TV que recibe una parte del dinero que ingresa al canal por conducir un programa que sin importar su naturaleza genera enormes ingresos también se ha sometido. Ortiz utiliza toda su capacidad discursiva para justificarse, pero estoy seguro que ya ni él mismo se cree sus argumentos.

Alexandro Saco

5 comentarios:

Dwight Ordóñez dijo...

Buen artìculo
Faltarìa agregar la falacìa que constituye la autoregulaciòn de los medios. El Tribunal de Etica de la SNRT, si es que funciona, tiene aquì un caso sobre el cual actuar. Pero nunca se ha visto que un buitre regule la ingesta de los miembros de su tribu. Usualmente atacan en bandada y cada cual saca lo que puede.

Manuel Rumiche dijo...

"es obvio que las cosas se desencadenaron por lo sucedido en el programa" no, no, no, no eso es un análisis bastante corto. La televisión o el programa en cuestión es uno de los factores que incidió en el crimen, qué sea más o menos importante, eso se sabrá cuando se sepan más detalles del crimen, como el móvil, por ejemplo. El tema de satanizar la televisión, que santa tampoco es, es un debate de varios años y al menos se ha descartado teoría o puntas de vistas como el de la "aguja hipodérmica" (que cree que el televidente asume todo como si fuera un robot y obvia que el televidente tiene un contexto, un bagaje, con el cual recibe y discute los contenidos). En fin la televisión es reflejo también de la idiosincracia de las sociedades. Si existen programas así es porque existen sociedades que tienen tales o cuales características. CReer que la sociedad es una "tabula rassa" o "víctima" de lo que la televisión "imponer" es tener una mirada chata del problema. Estos prorgamas existen porque tenemos una sociedad que busca eso (o al menos parte que viene a ser el número de televidentes que, si comparamos con el total de la población podríamos decir que es mínimo sector). En fin, creo la mayoría de las críticas se apasionan con este tema y sacan conclusiones más "moralistas" más del "debe ser" que una conclusión o explicación real donde se analicen todos y no solo uno de los factores de casos como este...Manuel Rumiche

jose dijo...

Es lamentable realmente todo lo que se hace por tener un buen raiting, en esta ocasion el canal o directivos del programa debieron analizar bien si estaba la chica o las demas personas preparadas para escuchar versiones que luego repercutieron . En parte es respondsabilidad del programa por incitar inconcientemente a estos desenlaces fatales y las preguntas realizadas..... espero que mi opinion sea bien recibida ..

calero dijo...

hasta cuando vamos a seguir con una conducta conservadora?? a ella la hubieran matado asi no hubiese salido en ese programa, por las mentiras tienen patas cortas, asi q antes o despues fue su destino, si es un programa basura si lo es, pero eso no implica q tenga la culpa de un asesinato, ahora ese asesinato si es publico, se habla de ello tiene gran controversia, pero diganme de cuantos feminicidios o simplemente asesinatos o violaciones se habla de esta manera? a cuando delitos de esa manera se escribe una crinica, una columna, se le da 10 minutis de espacio televisivo, ? a cuantos, por favor no se hagan los angostos con tv basura, y todo eso... si no tmb hablemos de sol carreño q leyo un comunicado del padre de un niño bien q le dijo cosas discriminatorias a un periodista y dejo el tema ahi.. y siguiendo con este tema dijo q hay cosas q no se deben decir , entonces las mujeres maltratadas seaguantan xq la policia no e hace caso, xq salir en tv diciendo esas cosas puede traerle problemas mayores?? si va a ser lo mismo, con la diferencia q tendria la esperanza de ser ayudada, dejemonos de ser angostos que ya no vivimos en la epoca de la pera todo todo era betado, donde tdo era exesivo..

Anónimo dijo...

beto es un buen periodista cuando se lo propone pero hay etapas en que opta por hacer programas basura como este el no necesita hacer este tipo de cosas.