Se ha presentado al Congreso el
proyecto de ley que prohíbe el maltrato animal, lo que en sí mismo es un avance
para los que consideramos a los animales seres con dignidad y derechos. En contra
dirán que se trata de una preocupación irrelevante para el desarrollo. El
asunto es que la relación que una sociedad establece con los animales expresa
cómo ésta se asume y representa. Si entendemos por desarrollo sólo lo que vemos
en los PPT tecnocráticos repletos de datos inclusivos, nada que no sea indicadores,
resultados y crecimiento será relevante.
Dirán además que perdemos el
tiempo en perros vacas y gatos cuando niños y niñas se mueren de hambre, lo que
evidenciará una creencia que es la que más daño le hace al planeta y al propio
humano, el antropocentrismo: colocarnos como centro y fin de las cosas. Luego se
recurrirá a desgastados argumentos y lugares comunes, utilizados hasta por los
más atendibles opinadores. Preguntarán con qué autoridad moral se busca
prohibir el maltrato si la mayoría de los que defendemos a los animales nos
empujamos un churrasco. Veamos.
En relación al consumo de
animales muertos y a la industria alimentaria, es cierto que estamos ante maltrato,
violencia y crueldad, de las cuales debemos tratar de salir y aminorar,
transitando a opciones como el consumo de alimentos animales no industrializados
(alternativa hoy creciente en Lima). Abogar por la defensa animal, cuando se
sigue consumiendo animales, implica asumir esa relativa contradicción; pero
además es necesario entender que la penetración de alimentos industrializados está
normalizada en la vida cotidiana. Entonces, para defender a los animales del
maltrato no es necesario estar fuera del círculo de su consumo, sino tener conciencia
de ello y hacer los esfuerzos individuales y colectivos para variarlo. Pero se
exige ligeramente una puridad que no se observa en otros debates (*).
Otro asunto igual de manido que aparecerá:
la fiesta brava es un arte. Se trata de una tradición, como tantas otras; endilgarle
la categoría de arte es un antojo emanado de la atracción de algunos artistas e
intelectuales hacia las corridas. El arte no necesita invadir otras voluntades vivas
(animales) para lograrse, menos aun si éstas no expresan su voluntad. El arte deriva
de y es un proceso creativo, no de un enfrentamiento; ni la música literatura
poesía o pintura requieren mayor enfrentamiento que el que puede tener el
creador consigo mismo, con consecuencias sólo personales. El toreo no encaja en
la creatividad, a no ser que disminuyamos el ánimo artístico a las piruetas levantando
el culo que el hombre enmallado de la estocada hace en la arena. Comprarnos el
cuento del arte es igualar la incomparable creación artística con una tarde para
la borrachera en la que el clímax es la sangre fluyendo del cuerpo del animal.
La necesidad de evitar el
maltrato animal afectará otras tradiciones y prácticas que usan gallos, gatos,
cóndores, perros, llamas. ¿Estamos en el momento de limitar una serie de
situaciones que se dan en el país?, ¿existe la capacidad de supervisar el
cumplimento de esta prohibición? La respuesta es relativa, como casi todo lo
que tiene que ver con la normativa legal; ninguna ley es absoluta, unas buscan adecuarse
a la realidad, otras como ésta evitar situaciones.
Es el viejo debate sobre hacer cosas
para las que supuestamente no estamos preparados; en esa disyuntiva es
preferible sostener que las limitaciones del Estado no deben ser motivo para
dejar de establecer cuestiones de principio: aminorar la crueldad es una
cuestión de principio, así como luchar contra el machismo sabiendo su
incrustación en la sociedad.
Y así, podríamos ir al campo de
la investigación que utiliza animales para buscar salvar humanos y nuevamente
se acusará de incoherencia a la defensa animal. Pero, estoy convencido que ir
hacia lógicas que aminoren el sufrimiento animal en general, así tengamos
contradicciones y no podamos salir aún de situaciones igual de lacerantes, siempre
será mejor que inmovilizarnos por presiones interesadas ingenuas o poseras que defienden
atrocidades.
Las sociedades siempre deben enfrentar
situaciones que devienen inaceptables y todo cambio es progresivo; las sociedades
buscan incansables una mejor y más positiva convivencia, pero claro, mantienen
rezagos y experimentan reflujos. Evitar el sufrimiento de otros es aceptar que
no somos el centro del universo para desde la humildad que debe permitir la
razón buscar ser equilibrados.
Somos evolución; pudo haber sido
otra la especie que reine en la Tierra. Muy probablemente nuestra embriaguez provoque
que otro animal nos suceda y hegemonice en un breve tiempo cósmico el planeta; ojalá
eso se dé sin embadurnar de picante nuestros genitales y ojos y acuchillarnos
la espalda para distracción de sus hijos.
* Traslademos la puridad a la defensa de los principios
democráticos. ¿Deberíamos exigir que el Perú deje de comerciar con la dictadura
china (que mata disidentes, los encarcela, no permite libertad de prensa,
ejerce la tortura sistemáticamente, arrasa comunidades que obstaculizan algún
proyecto, etc.) ya que la democracia allá no existe?; ¿pediremos anular el TLC
con EEUU porque la invasión a Irak a matado a cientos de miles y Afganistán es
un pandemonio? O acaso es posible criticar las políticas inaceptables de las
potencias y convivir con ellas; como vemos, los absolutos no caben estas
cuestiones.
Alexandro Saco 15 10 2012
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