En Chávez se conjugan
perspectivas contradictorias. Su gobierno tiene rasgos autoritarios, busca y
logra copar espacios de poder; se sustenta en la casi predestinación de su
líder. Enfrenta con éxito procesos electorales y también acepta derrotas como
la del referéndum constitucional. Cuenta con apoyo a la causa “socialista”,
pero Venezuela no logra transitar hacia un modelo alternativo sostenible:
persiste el extractivismo mientras el asistencialismo se conjuga con el
reconocimiento de derechos. En estos catorce años la confrontación no ha dado
paso a la posibilidad de un horizonte común, pero esta campaña ha expresado
algo no presente en las anteriores: atisbos de aceptación gubernativa y
opositora de una nueva realidad política.
Capriles ha tenido la capacidad
de entender, diferenciándose de la DBA venezolana y latinoamericana, la
necesidad de transitar hacia el poschavismo. Esa etapa llegará a Venezuela
probablemente bajo su mismo liderazgo opositor. El poschavismo es inevitable, sea
por que el cáncer acabe con Chávez en la primera mitad de su gobierno y obligue
a elecciones inmediatas, o por el cumplimiento del mandato. Este periodo marca
el cierre de un ciclo emanado de la sistemática resistencia de las derechas a
los cambios, que como en todo el continente a pesar de haber tenido el poder
durante décadas fueron incapaces de entender esa necesidad.
Transitar al poschavimo requiere
reconocer y entender las causas del chavismo (en el Perú no logramos el
posfujimorismo porque no entendemos integralmente al fujimorismo); éstas
responden tanto a situaciones venezolanas análogas en varios países de la
región, cuanto a relaciones internacionales fortalecidas por el chavismo. Guste
o no, Chávez es un parte aguas en la historia venezolana y un hito en el devenir
latinoamericano; ¿qué de positivo han dejado estos lutros chavistas? Capriles da
muestras de entender la necesidad de esa identificación, y hasta conversa por
teléfono con “el dictador”.
En Latinoamérica Chávez es icono
de la resistencia al neoliberalismo (o como quieran llamar a este modelo), sin
haber logrado salir de éste. Su aparición contribuye a la reorientación de la
política regional y al fortalecimiento de una alternativa emancipada de los
EEUU; además de fustigar abiertamente a políticos e instancias antes intocables
como los organismos financieros multilaterales. ¿Retórica únicamente? Mezcla de
discurso e impulso a ciertas acciones que van hacia una alternativa de
integración política y financiera. Si Chávez conecta con procesos políticos regionales
y con una proporción importante de ciudadanos latinoamericanos, es porque existe
la necesidad del reordenamiento internacional y un sentir latente en la calle.
Es indicativo que toda
aproximación a Chávez que no sea de repudio a la “dictadura chavista” o de
respaldo al “proceso bolivariano”, sea interpretada por unos como parte de la
conspiración para tumbarlo y por otros como incoherencia apaña dictaduras: se
levanta la guadaña si no señalas a Chávez como dictador. Felizmente la historia
y las sociedades son más complejas y ricas que los gritos puritanos que se obsesionan
con una situación y descuidan otras.
For example: ¿Qué se ha dicho sobre
los 3 millones de votos comprados por el PRI a $50 dólares entregados en
tarjetas de debito y de la manipulación desde Televisa y TV Azteca? Si de estándares
electorales se trata analicemos con el mismo rasero todos los procesos
latinoamericanos en cuanto a: influencia y copamiento de los medios (no sólo
estatales, finalmente todos llegan a la gente), limitaciones a los candidatos,
compra de votos, desinformación, amenazas laborales como la exigencia de tomar
foto a los votos. Sólo así veremos qué países tienen procesos más equilibrados;
con toda seguridad el Perú no es uno de ellos.
La defensa de la democracia en Latinoamérica
no es sólo la crítica teledirigida a las alternativas de izquierda; para ser
atendible debe llegar ahí donde se nos presenta a unos como demócratas (¿Uribe demócrata?)
y a otros como dictadores, a unos modernos y a otros arcaicos. La presencia de
Chávez y de otros presidentes de distinto estilo y orientación, es posible
porque llenan un vacío que ni el progresismo domesticado (¿izquierda moderna?) y
menos la derecha son capaces de ocupar.
Las elecciones en Venezuela son continentales,
reflejan contradicciones irresueltas en la región; con todas sus limitaciones
el chavismo expresa un sentir primario quizá, pero con presencia política real,
es decir, no se le puede obviar. El poschavismo no es un asunto venezolano, es
la posibilidad de repensar la izquierda, no para convertirla en un remedo de
ella como algunos aleccionan, sino para asumir que así como el autoritarismo de
izquierda está agotado, el neoliberalismo es una pantalla que atonta, detrás de
la cual se esconde una maquinaria eficiente que ya captura el propio análisis.
Alexandro Saco
9 10 2012
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