Si bien la casi inexistente
institucionalidad política obliga a conjugar intereses y enrevesadas alianzas, sostenerse
en el poder no debería implicar trasmutar el sentido de una propuesta. Algunos
análisis proponen Susana Villarán deba desechar los atributos por los que fue
elegida y travestirse en Fabiola Villarán. El asunto es que si eso no se
necesitó para ganar la alcaldía, tampoco será suficiente para retenerla. Susana
no tiene otra que persistir en lo básico de su práctica política; lo demás que
lo vean los publicistas.
Carlos Meléndez se pregunta por
qué si Humala comenzó a escuchar más a sus críticos que a su círculo cercano
(lo que le habría permitido ganar) Susana no
hace lo mismo. Perfecto oír las críticas de personas alejadas de la gestión, excelente
viento para esos días de presión en el Palacio Municipal. Pero el ejemplo se
queda a mitad del camino: ahí tenemos a Humala, que de tanto oír a sus
“críticos” terminó convertido en un envase no retornable. Por otro lado, a
cuatro meses de las elecciones presidenciales Humala era un cadáver, tal como
hoy se presenta a la alcaldesa.
Se le achaca a Susana su
desconexión con lo popular, categoría sagrada que nadie puede explicar en sí
misma. ¿Será lo popular el “fujimorista de a pie”, el televidente de AFHS, la
concursante de El valor de la verdad que termina en un hoyo? y ¿los guardianes
de las lagunas, las organizaciones indígenas, los trabajadores estatales? Si
aceptamos que ganar una elección en Lima es imposible sin conectar con lo
popular, y si el momento en que Susana más evidenció esa desconexión con lo
popular fue en la campaña llevando una impensada chalina eco-verde y hablando
distinto de lo acostumbrado, pues algo no cuadra en el análisis. Además llegó alrededor
del 45% de la intensión de voto, así verde toda ella (luego vino el debate, SL
tomando el municipio, millones de papelitos desinformantes y demás).
El hacer político está
fujimorizado desde hace dos décadas; frente a ello existen opciones: o
profundizamos el fujimorismo político (imposible desligarlo del económico) o
buscamos superarlo, no obviando que el fujimorismo es por naturaleza
confrontación y polarización. Por eso sostener que la respuesta de la gestión
municipal ha polarizado y politizado la revocatoria es ver menos de la mitad de
la ecuación. Nunca la elección ni la gestión de Susana fue un asunto vecinal,
siempre fue una confrontación política; por eso la revocatoria será eso mismo,
es su destino.
Si bien la crisis de
representación a la que alude Meléndez como principal rival de la alcaldesa es atendible,
y ésta se fortalecería por asuntos como la inseguridad ciudadana y la mala
administración de la ciudad, nuevamente la ecuación es incompleta. Lima no es
insegura desde que Susana la gestiona y tampoco está más mal administrada desde
hace veinte meses; en el peor caso estos dos aspectos tienen condiciones
similares a las que tuvimos con Castañeda. Se pierde de vista uno de los
aspectos que se le reclaman a Susana: la conformación de alianzas con objetivos
políticos, ¿alguien duda de la efectividad de la alianza o confluencia de
intereses conformada para sacar a la alcaldesa del municipio?
Los lugares comunes aparecidos
desde el 2 de enero de 2011 también se han incorporado en el análisis y en el ánimo
que reflejan las encuestas. Dos puntos que propone Melendez: “Esas que hicieron
que Castañeda fuera popular construyendo escaleras para quienes viven en cerros
y llevando asistencia médica a los más necesitados”. Lo cierto es que Castañeda
atinó en cierta medida, pero añadamos que las escaleras nunca se dejaron de seguir
construyendo, y en el caso de la asistencia médica los HDS no benefician a los
más necesitados, sino a aquellos que pueden pagar en promedio alrededor de 100 soles
en una visita el establecimiento: 8 de consulta y la diferencia en análisis y/o
medicamentos (por lo demás hoy existen más y mejores HDS que hace 20 meses).
La revocatoria es una oportunidad
para discutir en relación a la representación y al futuro de la política en el
país. Los políticos tienen perspectivas, orientaciones e ideología; optar por
anularse a sí mismos puede permitir administrar el negocio (Humala lo hace muy
bien), pero implica la política sólo como continuidad cuando ésta es también
variación. La revocatoria más allá de la voluntad de sus actores será en buena
medida un plebiscito. Así y todo, de hecho es necesario repensar sobre lo
andado, reconocer errores y modificarlos (¿algún político peruano ha reconocido
más errores que Susana?, o la llevamos a El Valor de la Verdad). Si lo
intrínseco se pierde mejor dejamos la política y nos vamos al marketing. Si
pierde Susana que lo haga en su gana.
PD: La cédula de votación para la revocatoria será una
barrera a la cabal expresión de la voluntad del elector; casi un laberinto
Alexandro Saco
1 comentario:
muy buen análisis Alexandro.
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