A partir del debate sobre el
liberalismo y los liberales en el Perú, algunos asuntos van quedando claros: la
mayoría de los llamados liberales o autodenominados como tales, cuando lo
económico entra en conflicto con la libertad individual, optan por preferir el
dinero. Ello queda claro cuando a pesar de criticar medidas como la segregación
de ciudadanos peruanos en ciertos ámbitos, los liberales aceptan eso como parte
de un desarrollo asociativo o empresarial que excluye de una atención de salud (Caso
Pacífico y niños down – Caso David Rivera Colsanitas, etc) o manda a las
empleadas domesticas a un “baño de su categoría”. En el paroxismo de la
anulación de la libertad, algunos (Laurent) sostienen que los derechos nacen
del dinero y que sin éste son meras ilusiones.
Pues así estamos; aunque es
oportuno reconocerlo, felizmente existe un ala liberal que ya se dio cuenta de
que efectivamente lo que debe predominar en una disyuntiva económica frente a
los derechos, son éstos últimos, como demuestra la defensa abierta hecha por el
liberal Álvarez Rodrich en el caso de la ley de personas con discapacidad (si
el gran tamaño de la cabeza sería considerado discapacidad como pudo haber sido
en algún momento y espacio, pues el Speziani de la CONFIEP estaría en serios problemas).
Sucede que la perspectiva hoy funciona justamente como tal, agiganta lo
inmediato (la ganancia) y achica lo fundamental y hoy borroso: la libertad.
¿Cómo así?
¿Qué es un ser humano libre? (entiendo
que eso es lo que encierra la defensa del liberalismo) ¿Es aquel al que se le
respeta con justo derecho su propiedad privada y la libertad de desarrollar
negocios?, o ¿es aquel que posee las condiciones mínimas para luego desarrollarse
económica y comercialmente?, ¿son estas condiciones producto de un capricho
ideológico o situaciones transversales que el humano como tal merece
desarrollar? Me referiré a dos aspectos de la dimensión de la libertad que los
liberales obvian o relativizan: salud y educación.
¿Debe un ser humano afectado por
una dolencia resolver su problema con lo que tiene en el bolsillo?, ¿merece un
ser humano nacido en la ignorancia (que es natural, no así la pobreza)
continuar ignorante toda la vida por no poder pagar una educación básica o
especializada? Algunos de nuestros liberales sostienen que sí, que el afectado
por un cáncer que cuesta tratar lo que esa persona no gana ni en diez años debe
ser pagado con su bolsillo, ante lo cual la pobreza o la muerte es la salida;
otros sostendrán que lo máximo a lo que el Estado puede comprometerse es a
brindar una educación básica, y que si la niña de la puna quiere ser ingeniera
primero deberá ahorrar lo que cuesta pagar la carrera, ósea comenzar a estudiar
a los 68 años (o hipotecar su juventud a
un banco como en Chile).
El discurso liberal se escuda en
que los estados no son “cajas de beneficencia” que deban cubrir las
contingencias de aquellos que “no han podido resolver en el mercado” sus
necesidades. Obvian los liberales que los grados más altos de desarrollo humano
logrados en ciertos países justamente van en contra de esa creencia; así, la
redistribución equitativa de los recursos es condición para avanzar hacia el
desarrollo social.
El ejemplo incontrastable de la
lógica privada en salud es el de EEUU, país que al haber optado por el modelo
de seguro privado de salud (con sólo dos programas asistenciales para madres/niños
y adultos mayores como Medicare y Medicaid, y que hoy se pretenden ampliar) presenta
una de las exclusiones más altas en el acceso de servicios de salud; ello a
pesar de destinar como país casi 15% de su PBI a gastos de salud (cuando en
promedio con un 8% se puede lograr un sistema de cobertura universal para toda
la población). Es decir, la lógica de “anda resuelve tu problema con tu plata o
chapa tu seguro”, es contraria a la libertad de los ciudadanos, empobrece a la
mayoría.
Y es que la libertad es la
posibilidad de hacer y tener muchas cosas, pero sobre todo y primordialmente es
la posibilidad de que todos los seres humanos tengan el derecho a poder lograr
sus aspiraciones personales, y para ello se requiere garantizar la salud y la
educación (podríamos añadir vivienda, alimentación, justicia, medio ambiente
sano, pero sigamos en lo fundamental). Si los seres humanos contamos independientemente
del hogar, país o cultura donde nacemos, con la garantía del ejercicio de estos
derechos, pues en el momento en que nos lo propongamos serán nuestras capacidades
y aptitudes lo que determine hasta donde somos capaces de llegar, y no el
dinero que llevamos en el bolsillo lo que determine nuestra libertad.
Eso tan sencillo de comprender y
desarrollar es lo que los liberales hipotecados a la quimera del mercado y del “éxito”
personal, se niegan a reconocer, desde un prurito académico y conceptual que
desconoce lo que ellos tanto dicen defender: la libertad. Ésta no es sólo de
las aseguradoras de salud o de las empresas educativas para discriminar y
alegremente decidir la muerte o ignorancia de algunos, sino que es necesario
entenderla como principio individual y social básico.
La libertad individual es un
valor que si entra en conflicto con otra libertad debe imponerse y ser
defendida legal y moralmente. ¿En la disyuntiva de salvar la vida/educar o
decidir discriminar porque no se tiene dinero y no se ha podido generarlo, es
la colectividad a través del Estado quien debe pagar eso? Pues sin ninguna duda,
sí.
Alexandro Saco - 3 enero 2013
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