Barack autoriza la investigación con células madre; lo menos que se puede hacer en un mundo no teologizado. Se señala que existiría un dilema ético al manipular las células embrionarias, ya que se estaría destruyendo vidas. Siguiendo esa lógica, el asunto derivaría en proteger la vida; no sólo la vida humana, sino la vida. Pero de seguro los que se oponen a la manipulación de las células madre, no defienden las otras vidas que habitan este planeta. Asumo que la entidad vida es una e indivisible, sea humana, animal o vegetal. Distinguirlas, colocando a la vida humana en un pedestal, es producto del antropocentrismo.
Por otro lado, desde que se practica la fecundación asistida, para lograr que un embrión llegue a ser humano, en el camino quedan muchos huevos embrionarios que van a la basura. Antes que desperdiciar esas uniones, es conveniente dedicarlas a la investigación. Y así se utilizara expresamente un óvulo y un espermatozoide para investigar sobre las células madre, ese acto se justifica en la posibilidad de servir para tratar ciertas dolencias crónicas o degenerativas.
Los atavismos persisten tranquilamente en una época en la que la ciencia ha producido instrumentos y constatado hechos antes excomulgados. Persisten porque el poder religioso aún no ha sido separado del Estado. Además persisten porque paradójicamente el avance científico al ser neutral, puede servir de herramienta para propagar creencias con eficacia. No es extraño así que los grupos que se oponen al avance científico y dicen proteger la familia y la tradición, sean eficientes en organizar sus redes, ampliarlas e incrustar a sus miembros en las instancias de ejercicio de poder.
Algunos de estos grupos se hacen llamar pro vida; se trata de una denominación bien pensada. Si ellos son los pro vida, los que se les oponen no están a favor de la vida, en consecuencia alientan la muerte, como la de los neonatos malogrados por investigar con células madre o los embriones sacrificados por la pastilla del día siguiente. Pero la denominación pro vida esconde, como toda careta, la realidad. Los pro vida son responsables de muertes, enfermedades e indignidades, en la medida en que sus intensiones influyen para aplicar políticas que impiden acceso a los alcances de la ciencia o recortan el ejercicio de la autonomía individual.
Defender la vida debiera ser armonizar las posibilidades de la naturaleza con las de la ciencia. La prohibición, escudada en la defensa de la vida, en este caso sirve para impedir que los afectados por alguna dolencia tengan una opción de recuperarse o decidan sobre sus cuerpos. Y lo que parece una disputa anclada en el medioevo, está vigente. El control a los miembros de la sociedad, a sus cuerpos o a las libertades de éstos, sigue produciendo un campo de batalla. Sobre nuestros cuerpos o nuestras células, regresa hoy la sombra de una ideología totalitaria.
Frente a eso, Barack está teniendo actitudes idóneas. Primero con la derogatoria de la Gag Rule que prohibía apoyar el trabajo en salud sexual y reproductiva y en la problemática del aborto, y ahora impulsando la investigación con células madre, señalando que no se trata de ideología sino de hechos. Efectivamente los hechos de la ciencia son entidades autónomas, pero se las reviste de valores o de condena. Si bien el humano puede optar por dañar o no dañar, ha preferido crear una maraña de medidas morales para enfrentar los hechos.
Sería oportuno que el impulso de Obama, sirva para que contemos con más argumentos que limpien la legislación y aclaren temas pendientes, en los que ciertos grupos se han colocado como veedores. Las políticas públicas nada tienen que ver con ideologías religiosas. La religión es respetable de la puerta para adentro de la casa o del templo; cuando cruza el dintel y pretende ingresar en las casas o en cuerpos que no la asumen como suya, cabe expulsarla. ¿Qué universidad peruana iniciará el trabajo con células madre?, ¿qué ministro hará frente a los casi cuatrocientos mil abortos al año? A nuestros representantes les convendría saber que el derecho es la base de las libertades.
Alexandro Saco
9 3 2009
Por otro lado, desde que se practica la fecundación asistida, para lograr que un embrión llegue a ser humano, en el camino quedan muchos huevos embrionarios que van a la basura. Antes que desperdiciar esas uniones, es conveniente dedicarlas a la investigación. Y así se utilizara expresamente un óvulo y un espermatozoide para investigar sobre las células madre, ese acto se justifica en la posibilidad de servir para tratar ciertas dolencias crónicas o degenerativas.
Los atavismos persisten tranquilamente en una época en la que la ciencia ha producido instrumentos y constatado hechos antes excomulgados. Persisten porque el poder religioso aún no ha sido separado del Estado. Además persisten porque paradójicamente el avance científico al ser neutral, puede servir de herramienta para propagar creencias con eficacia. No es extraño así que los grupos que se oponen al avance científico y dicen proteger la familia y la tradición, sean eficientes en organizar sus redes, ampliarlas e incrustar a sus miembros en las instancias de ejercicio de poder.
Algunos de estos grupos se hacen llamar pro vida; se trata de una denominación bien pensada. Si ellos son los pro vida, los que se les oponen no están a favor de la vida, en consecuencia alientan la muerte, como la de los neonatos malogrados por investigar con células madre o los embriones sacrificados por la pastilla del día siguiente. Pero la denominación pro vida esconde, como toda careta, la realidad. Los pro vida son responsables de muertes, enfermedades e indignidades, en la medida en que sus intensiones influyen para aplicar políticas que impiden acceso a los alcances de la ciencia o recortan el ejercicio de la autonomía individual.
Defender la vida debiera ser armonizar las posibilidades de la naturaleza con las de la ciencia. La prohibición, escudada en la defensa de la vida, en este caso sirve para impedir que los afectados por alguna dolencia tengan una opción de recuperarse o decidan sobre sus cuerpos. Y lo que parece una disputa anclada en el medioevo, está vigente. El control a los miembros de la sociedad, a sus cuerpos o a las libertades de éstos, sigue produciendo un campo de batalla. Sobre nuestros cuerpos o nuestras células, regresa hoy la sombra de una ideología totalitaria.
Frente a eso, Barack está teniendo actitudes idóneas. Primero con la derogatoria de la Gag Rule que prohibía apoyar el trabajo en salud sexual y reproductiva y en la problemática del aborto, y ahora impulsando la investigación con células madre, señalando que no se trata de ideología sino de hechos. Efectivamente los hechos de la ciencia son entidades autónomas, pero se las reviste de valores o de condena. Si bien el humano puede optar por dañar o no dañar, ha preferido crear una maraña de medidas morales para enfrentar los hechos.
Sería oportuno que el impulso de Obama, sirva para que contemos con más argumentos que limpien la legislación y aclaren temas pendientes, en los que ciertos grupos se han colocado como veedores. Las políticas públicas nada tienen que ver con ideologías religiosas. La religión es respetable de la puerta para adentro de la casa o del templo; cuando cruza el dintel y pretende ingresar en las casas o en cuerpos que no la asumen como suya, cabe expulsarla. ¿Qué universidad peruana iniciará el trabajo con células madre?, ¿qué ministro hará frente a los casi cuatrocientos mil abortos al año? A nuestros representantes les convendría saber que el derecho es la base de las libertades.
Alexandro Saco
9 3 2009