Un cuerpo desnudo no ofende a la bandera, pero quizá algunas banderas ofendan los cuerpos y la libertad. Laysi se envuelve con la bandera, su cuerpo calienta la tela y sus muslos el escudo; pues que bien. Ante eso, el mismo sujeto que justifica que el Ministerio de Defensa no revele información sobre la masacre de ciento veinte peruanos a manos del ejército, autoriza una denuncia a la modelo. El denunciado debería ser Antero, ya que cuando dice que lo de Putis es un asunto judicial y se abstiene de exigir revelaciones a sus subordinados, lo que hace es ocultar posibles datos que incidirían en el juicio.
Si la bandera es un símbolo de la vida de un país, el cuerpo es la unidad que alberga esa vida en los millones de humanos que conforman el país. Emprenderla contra un cuerpo desnudo que se conjuga con la bandera es negarlo, es alejar las señas de un país de las personas que lo conforman. En lugar de observar toda la vitalidad que un símbolo puede tener en esta o en alguna otra circunstancia, los inquisidores posmodernos lanzan la legalidad castradora. Es más, que bueno sería que la bandera sea usada como sábana para que la tela acoja el calor y el deseo de los cuerpos peruanos cada noche, y que más hombres o mujeres desnudos se envuelvan en sus colores.
Se señala que el asunto de la denuncia sería un psicosocial con el ánimo de distraer temas pendientes de la agenda nacional; puede que en cierta medida sí. Pero a pesar de eso, es evidente que existe un conservadurismo inamovible en las elites del país; hablan de globalización de la economía, pero las expresiones de libertad como ésta o hace unos meses los dibujos de Quijano, son vistas con temor y usando a procuradores para interponer denuncias ridículas.
Hace unas semanas en Alemania se inauguraba un museo sobre la historia de ese país. Hubo toda una discusión alrededor de si se debía o no incorporar en las secuencias históricas presentadas la imagen de cera de Hitler. Los responsables del museo optaron por lo que quizá fue lo más acertado; colocar la imagen de Hitler, pero en su ocaso, abatido en el escritorio de su bunker, a pocos días de la derrota final. Pese a ello, hubo un alemán que no soportó la historia, y optó por decapitar la figura de cera de Hitler, como si con eso se pudiera anular siquiera un minuto de nazismo.
Lo que quiero decir acercando el caso del museo, es que a través del uso de los símbolos o de la identificación de hechos, existe una dinámica que va más allá de lo que algunos quisieran opacar. Esa dinámica es atacada con el veto a hechos o medidas contra personas. La bandera utilizada por una modelo o por jóvenes lavándola frente a Palacio de Gobierno, tiene una utilidad que no niega su significado, sino que lo refuerza. La imagen de cera de Hitler o de algún otro personaje histórico, más allá de sus responsabilidades, confronta a las sociedades con su pasado y servirá para superarlo o mejorarlo.
Es un error sostener el patriotismo como elemento necesario para el desarrollo social y acompañarlo de todo ese discurso hoy de moda, sobre el gran país que es el Perú y cosas así. Si bien es cierto que los elementos que identifican a un país son hasta cierto punto necesarios, éstos no deben servir para limitar campos de acción y de pensamiento. Nuevamente el contraste entre libertades económicas, que en el caso peruano son medias libertades, y la libertad individual, se refleja en el cuerpo de Laysi que entibia la bandera.
Como decía al inicio, las ofensas al país no vienen de modelos o artistas, sino de los anteros o de una serie de personas que opacan la libertad, impiden revelar hechos de nuestra historia reciente o encaramados en un centralismo mental inacabable siguen maquillando la realidad. Mientras los que dicen defender la libertad económica y de comercio, callan como siempre cuando la verdadera y radical libertad, la individual, se ve atacada o sometida. Resolver esa contradicción es indispensable para aspirar a realizar las olimpiadas alguna vez. De hecho también los países prósperos conservan grados de moralina parecidos a los nuestros, pero hay momentos clave en los que esa mentalidad debe ser desnudada en el escenario público; para así acostarnos y besarnos sin problema sobre la bandera.
Alexandro Saco
25 7 2008
Si la bandera es un símbolo de la vida de un país, el cuerpo es la unidad que alberga esa vida en los millones de humanos que conforman el país. Emprenderla contra un cuerpo desnudo que se conjuga con la bandera es negarlo, es alejar las señas de un país de las personas que lo conforman. En lugar de observar toda la vitalidad que un símbolo puede tener en esta o en alguna otra circunstancia, los inquisidores posmodernos lanzan la legalidad castradora. Es más, que bueno sería que la bandera sea usada como sábana para que la tela acoja el calor y el deseo de los cuerpos peruanos cada noche, y que más hombres o mujeres desnudos se envuelvan en sus colores.
Se señala que el asunto de la denuncia sería un psicosocial con el ánimo de distraer temas pendientes de la agenda nacional; puede que en cierta medida sí. Pero a pesar de eso, es evidente que existe un conservadurismo inamovible en las elites del país; hablan de globalización de la economía, pero las expresiones de libertad como ésta o hace unos meses los dibujos de Quijano, son vistas con temor y usando a procuradores para interponer denuncias ridículas.
Hace unas semanas en Alemania se inauguraba un museo sobre la historia de ese país. Hubo toda una discusión alrededor de si se debía o no incorporar en las secuencias históricas presentadas la imagen de cera de Hitler. Los responsables del museo optaron por lo que quizá fue lo más acertado; colocar la imagen de Hitler, pero en su ocaso, abatido en el escritorio de su bunker, a pocos días de la derrota final. Pese a ello, hubo un alemán que no soportó la historia, y optó por decapitar la figura de cera de Hitler, como si con eso se pudiera anular siquiera un minuto de nazismo.
Lo que quiero decir acercando el caso del museo, es que a través del uso de los símbolos o de la identificación de hechos, existe una dinámica que va más allá de lo que algunos quisieran opacar. Esa dinámica es atacada con el veto a hechos o medidas contra personas. La bandera utilizada por una modelo o por jóvenes lavándola frente a Palacio de Gobierno, tiene una utilidad que no niega su significado, sino que lo refuerza. La imagen de cera de Hitler o de algún otro personaje histórico, más allá de sus responsabilidades, confronta a las sociedades con su pasado y servirá para superarlo o mejorarlo.
Es un error sostener el patriotismo como elemento necesario para el desarrollo social y acompañarlo de todo ese discurso hoy de moda, sobre el gran país que es el Perú y cosas así. Si bien es cierto que los elementos que identifican a un país son hasta cierto punto necesarios, éstos no deben servir para limitar campos de acción y de pensamiento. Nuevamente el contraste entre libertades económicas, que en el caso peruano son medias libertades, y la libertad individual, se refleja en el cuerpo de Laysi que entibia la bandera.
Como decía al inicio, las ofensas al país no vienen de modelos o artistas, sino de los anteros o de una serie de personas que opacan la libertad, impiden revelar hechos de nuestra historia reciente o encaramados en un centralismo mental inacabable siguen maquillando la realidad. Mientras los que dicen defender la libertad económica y de comercio, callan como siempre cuando la verdadera y radical libertad, la individual, se ve atacada o sometida. Resolver esa contradicción es indispensable para aspirar a realizar las olimpiadas alguna vez. De hecho también los países prósperos conservan grados de moralina parecidos a los nuestros, pero hay momentos clave en los que esa mentalidad debe ser desnudada en el escenario público; para así acostarnos y besarnos sin problema sobre la bandera.
Alexandro Saco
25 7 2008
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