La
crítica a la conformación del Frente de Izquierda expresada por
Antonio Zapata el 26 de junio en La República es atendible.
Revisemos algunas de las ideas expuestas: “necesitamos una
izquierda para el periodo neoliberal que junto a la gran inversión
ha contemplado el auge del capitalismo popular”.
Sobre
la gran inversión
La
efervescencia del mercado en la sociedad se produce en todos sus
niveles, aunque con distintas lógicas y factores. No son lo mismo el
accionar y los alcances de una gran inversión que los de una empresa
pequeña o familiar. Eso implica tener respuestas diferenciadas en
los órdenes que se requiera. A riesgo de simplificar, en el alcance
de las grandes inversiones y/o empresas que brindan servicios
relacionados a derechos humanos, un primer paso sería diferenciar la
naturaleza de las relaciones que están en juego.
Veamos la
salud y su relación con el mercado. Los usuarios de los servicios
que sirven para lograr el acceso a este derecho humano (sin duda la
salud es un derecho humano) no cuentan con una instancia definida que
resuelva sus reclamos o que asuma la defensa del usuario como
corresponde al Estado en una relación dispar. Así, tenemos un
órgano como INDECOPI que en la práctica resuelve disputas de salud
entre empresas y usuarios; pero además contamos con una
Superintendencia de Aseguramiento en Salud (SUNASA) que debería ser
la que asuma esta responsabilidad; las funciones de ambas se cruzan.
En ese
contexto, para avanzar en una adecuada relación entre inversión y
servicios, se hace necesario que el Estado determine que las
relaciones derivadas de servicios privados relacionados a derechos
humanos sean resueltas no en la instancia que ve temas de mercado,
sino en la que resuelve temas de afectación de derechos. Así,
correspondería a la instancia reguladora de la salud resolver los
asuntos derivados de una relación de salud, y no a una instancia que
ve temas mercantiles resolver sobre un derecho humano.
La
aspiración de justicia social, si bien pasa por la idónea
distribución de la riqueza, también requiere contar con mecanismos
que garanticen que las relaciones en el mercado sean, en la medida de
lo posible, lo más justas posibles, cuando éstas se dan en temas
sustanciales a la condición de ser humano. Si bien la expansión del
mercado y la precariedad del Estado han llevado a que los negocios se
extiendan en distintos campos, es necesaria la diferenciación de la
naturaleza de las cosas que están en juego; de lo contrario llegamos
a extremos como el revelado en la investigación de El Comercio sobre
los ensayos clínicos: pacientes para experimentar a cambio de miles
de dólares para los médicos.
Sobre
el auge del capitalismo popular
Estamos
frente a uno de los fenómenos que más a dinamizado la economía y
la sociedad en los últimos lustros. Es cierto, las clases populares
sobre todo urbanas han abrazado una lógica del capitalismo
entremezclada con los rasgos de nuestras culturas y han generado
mercados ahí donde parecía inimaginable. Habría que fortalecer esa
vitalidad orientándola hacia la generación no solo reproducción
del capital, sino de seguridad social para evitar empobrecimiento y
dependencia.
Observando
las evidencias de desprotección social en salud o pensiones y la
limitada formación educativa, se requiere fortalecer o recrear
sistemas de soporte para ese capitalismo popular. Es decir, la gente
no debe seguir trabajando para el día a día, sino que sus aportes
indirectos a la caja fiscal deben revertir en servicios públicos
adecuados de acceso libre, es decir sin gasto de bolsillo; eliminando
noción de gratuidad, ya que todos pagamos los servicios que el
Estado finalmente nos devuelve.
Esa
reorientación estatal se liga directamente con la identificación
del “enemigo que la coalición popular que se busca construir”
desde la izquierda, que según Zapata sería el “Estado corrupto,
normalmente servicial con el poderoso y abusivo con el pobre”. Será
el Estado el único enemigo? Como representación social el Estado no
debería ser enemigo o amigo, sino cumplir su rol. Pero sucede que
ese Estado es precario, se somete al poderoso o funciona por inercia.
Ese Estado debe ser reestructurado, no desde la lógica reformista
neoliberal de eficiencia, sino desde una apuesta por lo que debe
brindar a la población. Y así llegamos a una de las discusiones de
fondo, el sentido del Estado: garantizar los derechos reconocidos, no
sólo para supervisar al mercado (cosa que también debe hacer), sino
para concretarlos.
Ver al
Estado sólo como el enemigo y por ende único responsable de la
situación actual, es algo reduccionista; siguiendo ese razonamiento
podríamos derivar en la irresponsabilidad de los actores que
trasgreden las normas o presionan por beneficios indebidos, obviando
que en buena medida el Estado está infiltrado en sus altos niveles
por agentes del capital, situación que afecta transversalmente sus
responsabilidades.
En todo
caso, la innovación exigida en la crítica atendible de Zapata pasa
por encontrar un equilibrio entre la potencia del mercado en todos
sus niveles y la responsabilidad del Estado. Hoy esa responsabilidad
está en 50 puntos mientras que la potencia del mercado anda en 500.
Alexandro
Saco
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